Cuevas
Pilar Mañas
5 abril, 2007 02:00Miguel Rodriguez. Foto: Miguel Rodríguez
Sigo la obra de Pilar Mañas, desde que publicó en 1996 su primer libro de relatos: El salario de seda. Descubrí una voz poé-tica, refinada y conmmovedora. Tras otro libro de relatos -La piel del frío (2000)- y una novela -Como ángeles de otros (2000)- su capacidad narrativa está lograda. El relato es el género ideal para unir brillantez estilística e intensidad vital. James Joyce hablaba de las "epifanías cotidianas", de esos momentos de luminosidad -de luz clara o de luz negra- que nos encantan o aterran. Son estas "instantáneas dramáticas" las que Pilar Mañas -que por cierto es una especialista en Joyce- cuenta en este libro, donde historias de niñez y adolescencia se entremezclan con historias adultas, de fracaso y nostalgia: "También es cierto, y Dios es testigo, que no he vuelto a mantener una conversación de amor", así termina uno de los cuentos. Hay historias de un costumbrismo rediseñado poéticamente. "Aquel Octubre, cuando las acacias de mi barrio ya se habían puesto amarillas, yo estrené una falda de pana verde oscuro y sustituí la eterna blusa blanca camisera, que parecía del uniforme de la Sección Femenina, por una entallada camiseta negra de algodón. Iba a cumplir diecisiete años". Los libros de Pilar Mañas me plantean un problema teórico de gran interés y dificultad. ¿Hay una voz poética y literaria específicamente femenina? Recuerdo que hablé de este asunto alguna vez con Carmen Martin Gaite. "Lo femenino" tiene mala prensa, porque en arte se le identifica con "afectación" o "ñoñería", y porque un discurso "políticamente correcto" de la "equidad literaria" ha llevado a defender muchas veces lo indefendible . Sin embargo, está claro que una sensibilidad distinta debe dar lugar a una voz distinta. La voz de la mujer puede ser recia, bronca, implacable. Siempre se ha temido su elocuencia salvaje, su cercanía a las fuerzas más telúricas. El título del libro que comento remite a un verso de Boscán: "Y tiembla cada vez que entra en su cueva", y es más abismo que refugio. Virginia Woolf reclamaba "una habitación propia". Creo que la mujer -que ha alcanzado su autonomía en muchas cosas- reivindica ahora una "voz propia", que no tengo ni idea de cómo puede ser, pero que aguardo con expectación. Tras el feminismo de la igualdad, se impone el feminismo de la diferencia, y ese proyecto se extiende también a la teoría de la literatura. ¿Es posible esa literatura de la diferencia?En Cuevas no se habla de estos temas, y, sin embargo, creo no equivocarme al pensar que Pilar Mañas, como el funambulista de Nietzsche, avanza por un cable tendido sobre toda suerte de precipicios, para alcanzar esa otra orilla. Hay una razón más para comentar este libro, del que ya he hablado en ocasiones con Blanca Berasátegui. Hay una estupenda literatura andaluza que traspasa con dificultad un "Despeñaperros" simbólico, y que deberíamos dar a conocer. Por mí que no quede.