Image: El antiarte y la institución

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Exposiciones

El antiarte y la institución

Duchamp, Man Ray, Picabia

26 junio, 2008 02:00

F. Picabia: Sin título. H. 1927-1928

Comisaria: Jennifer Mundy. MNAC. Parque de Montjuic. Barcelona. Hasta el 21 de septiembre


La exposición Duchamp, Man Ray, Picabia presenta a los tres creadores como un universo artístico autónomo. Esto es, una trayectoria en común, unos procesos y preocupaciones similares, unas influencias recíprocas, una relación de amistad que representan una manera de entender el arte. Habitualmente los artistas se estudian como personalidades individuales o integradas en movimientos. Esta exposición, en cambio, significa un esfuerzo por aportar una visión diferente. Su contribución se sitúa especialmente en el punto de vista y no tanto en nuevas informaciones que hayan podido aparecer. Ahora bien, cuando se modifica el lugar desde donde se observan las cosas, la percepción y la interpretación de las mismas también varía.

Hay motivos que justifican relacionar a los tres artistas. Iconos del arte del siglo XX, todos ellos provienen de Dada y del antiarte… Pero esta conexión también implica riesgos. Los tres artistas poseen personalidades muy diferenciadas y en cierto modo cuando se confrontan entre sí, desparecen los matices. Exposición "organizada por el MNAC en colaboración con la Tate Modern", me ha hecho pensar en la disposición de la colección permanente del museo londinense. Allí un Rothko se exhibe en relación de continuidad con un Monet informe, por ejemplo. La pregunta que uno se hace es si esa asociación -como en el caso que nos ocupa- es simplemente una relación formal o responde a motivaciones más profundas.

La exposición presenta a los tres artistas en paralelo, viene a decir el programa de mano. Pero esto no es del todo cierto. Duchamp posee una particular relevancia dentro del discurso en comparación con los otros dos. No sólo porque se exhiben piezas como El Gran Vidrio, La Fuente, Fresh Widow o Rotative plaques verre (optique de précision) que -aunque réplicas- son todas ellas de gran empaque y valor simbólico. Sino también porque el trazado de la exposición es un recorrido por las obsesiones de Duchamp: el erotismo, los chistes, la pereza, la máquinas sexuales… Este mundo puede ser familiar a Picabia y Man Ray, pero se diría que ambos son observados a la luz del primero. Y esto es así porque Duchamp, que de los tres ha sido el artista más estudiado, ha impuesto una lectura al arte del siglo XX de la que es muy difícil desembarazase. Nociones como "antiarte", "ready made"… derivan de la interpretación duchampiana y no sé si se pueden trasladar a otros ámbitos. En todo caso, una personalidad tan rica y compleja como la de Picabia, y no digamos la de Man Ray, aparecen aquí alineados con la posición duchampiana y esto requeriría matizarse. No todo el "antiarte" posee las mismas connotaciones.

Al margen de la introducción -retratos y autorretratos de los tres artistas- y un apartado documental específico, la exposición arranca en el momento en que estos tres creadores practicaban -en sus inicios y con diversa fortuna- la pintura. El recorrido de la muestra finaliza en una sala titulada "El mínimo esfuerzo" en la que se alude a las prácticas -digámoslo genéricamente- cínicas, irreverentes o simplemente "antiarte" de los tres artistas. Picabia pinta unos cuadros de puntitos; Man Ray realiza las denominadas pinturas naturales "aplicando directamente pintura con el tubo en una tabla, presionando encima de otra tabla y separándolas". Duchamp está inmerso en su silencio. Este final parece una suerte de muerte del arte y se diría que el itinerario de la exposición consiste en un constante minar o destruir la pintura. Duchamp, Man Ray y Picabia serían como las ratas que devoran los restos de un cadáver. Y, sin embargo, paradójicamente, estos artistas antiarte demuestran la buena salud de la institución y el poder de asimilación del museo hoy en día. Aquello que al decir de Duchamp era "un orinal -un insulto, una provocación, un chiste…- lanzado contra el público", hoy se admira como algo estético. Curiosamente, hay una especie de devoción casi religiosa en la disposición de las piezas en la exposición. Un espacio inmaculado como el de una iglesia cobija estas obras que se han transformado en objetos de culto para un puritanismo cultural muy extendido.

Decíamos antes que la exposición ha sido "organizada por el MNAC en colaboración con la Tate Modern". Pues bien, hay un vacío que nos ha sorprendido: los tres artistas -directa o indirectamente- mantuvieron una relación con España y Cataluña, aspecto que se menciona en los vinilos de las salas -elaborados en Barcelona- pero no en el catálogo, excepto en una sucinta cronología. Más aún, hay un texto específico de Sara Cochran que hace referencia a los viajes y estancias que realizaron los artistas a la "periferia" y en el que no se hace ninguna referencia a España. Me temo que a los británicos les tiene sin cuidado, pero desde aquí pensamos que hubiera sido interesante explorar esta afinidad.