Image: Una estética de la frustración

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Exposiciones

Una estética de la frustración

Crisis: contra las apariencias

18 diciembre, 2008 01:00

Ion Grigorescu: If Artist Sweeps, 2008

Ángels Barcelona. Pintor Fortuny, 27. Barcelona. Hasta el 17 de enero de 2009. De 1.000 a 23.000 E.

Jan Kopp ha realizado una estructura efímera -Parabole- destinada a ser destruida al final de la exposición. Del colectivo Molleindustria, se presenta un "videogame" que alude al "copyright" y que cualquiera puede bajarse gratuitamente de internet. Ion Grigorescu nos ofrece un autorretrato como artista -The work or the labour- en el que se identifica con un peón. Tom Johnson, como compositor que es, nos propone su escritura musical -Study to became "twelve"-, visualmente muy atractiva, pero en la que falta la música. Las obras de Mark Geffriaud -Herbarium- plantean un juego de transparencias muy sugestivo, pero que al final dejan ver la tramoya, el mecanismo a través del cual se realiza la ilusión. Vacca propone una instalación sonora -F. & E. drama (romàntic)- a partir de piezas de música romántica, que se escuchan de forma fragmentada e interrumpida, de tal manera que al espectador no le es posible abarcar por completo la pieza.

Esta apresurada descripción no acaba por explicar la muestra Crisis: contra las apariencias en la galería àngels Barcelona, pero deja entrever su intención. De alguna manera cada artista despliega una faceta del universo conceptual: es el arte como idea y proceso, en contra de la representación, de la sensualidad, del consumo rápido, del fetichismo del objeto, de su transformación en mercancía.

Uno de los aspectos que más me ha interesado es cómo, en estas piezas, el principio de placer queda abortado. Lo hemos dicho antes: obras que se han de destruir, que no poseen aura, que descubren la tramoya, que les falta algo… Incluso en los "videogames" de Molleindustria, que invitan al divertimento, siempre se pierde… En todo este conjunto de trabajos se busca provocar un cortocircuito en la percepción. Se trata de una especie de estética de la frustración en la que las expectativas quedan truncadas, la promesa de la obra de arte malograda. Diabólica inversión de los valores que hasta ahora han dominado la cultura artística. Aquí, la percepción se presenta como tóxico, o mejor, como una carga de profundidad que ha de dinamitar hábitos e ideas preconcebidas. La frustración abre el paso a un silencio, a una suspensión que puede derivar en reflexión. Pero también puede provocar una desazón en el espectador que desemboque en indiferencia o agresividad. Sea como sea, tras la frustración se manifiesta un "malestar de la cultura", la crisis a la que se alude en el título y que lo anega todo.