Amable Federico Herrero
Amalgama
1 mayo, 2009 02:00Sin título, 2009
Un catálogo de obra reciente de Federico Herrero (San José de Costa Rica, 1978), reproduce varias de las intervenciones del artista en lugares públicos: en el Watari Museum de Tokio, en el Wattis Institute de San Francisco, en el espacio Blow de la Barra de Atenas o en las calles de Medellín. He de reconocer que, salvo en fotografía, no he visto ninguna de ellas, y, sin embargo, es el aspecto de su trabajo que me resulta más atractivo y en el que mejor se concilia su entendimiento de la pintura y su posible alcance.Tamara Díaz Bringas se ha referido a su trabajo como un desborde de la pintura, tanto en su rebosamiento de los límites físicos del cuadro, como por "un distanciamiento de la retórica grandilocuente de la pintura". Por su parte, Herrero declaraba que concibe su trabajo como una única obra, "sólo una que cambia por las condiciones del espacio y el lugar, y, de esta forma, evoluciona". Describiría esa pintura -que no tiene un único registro, aunque sí responde a una misma estructura- como una amable ocupación de la superficie del cuadro por zonas variables de tamaño, de distintos y confortables colores, que se pegan unas a otras hasta cubrirla, salvando generalmente un falso horizonte, y en cuyos intersticios o lugares menos significativos pululan figuras. La contraposición de las zonas ocupadas sólo por el color y las libérrimas y juguetonas fórmulas figurativas componen el fácil relato que esta pintura cuenta.
En esta su tercera individual en Madrid, el pintor ha reunido distintos modos de hacer, desde el gran formato, que sigue el modelo antes referido, a otro mucho menor, en el que el fondo son fragmentos elegidos del cubriente del suelo del estudio, en el que, sobre la azarosa textura natural ensaya distintos modos de toque y, también, por último, mi favorito en esta muestra, un cuadro de grandes dimensiones, que remite a su intervención en el Hara Arc Museum, de Gumma, en el que un fondo azul celeste aparece salpicado de pequeños círculos blancos con un núcleo negro. La pintura apenas es nada, la imaginación nos rebosa.