Black Pope and Black Sheep, 1987

Comisaria: Lynne Cooke. Abadía de Santo Domingo de Silos / Museo Reina Sofía. Santo Domingo, 2/Santa Isabel, 52. Burgos/Madrid. Hasta el 25 de abril/20 de febrero.

El Museo Reina Sofía cierra su ciclo de exposiciones en la Abadía de Santo Domingo de Silos con la exposición "ctrl", del artista polaco Miroslaw Balka, quien invita al espectador a participar en un espacio teatral, en el que es a la vez agente y audiencia

El día que Miroslaw Balka (Varsovia, 1958) fue elegido para realizar la intervención en la Sala de las Turbinas de la Tate Modern londinense, muchos no salíamos de nuestro asombro. La obra del polaco es muy sensible a la luz de los focos. Su hábitat idóneo es el de la memoria y el tiempo, territorios vidriosos e imprecisos a los que no siempre accedemos con naturalidad y en los que, una vez dentro, hemos de movernos con sigilo y cautela. No era aquél su escenario ideal y no fue su mejor proyecto. En su primer trabajo en España tras su paso por la Tate, Balka propone una presentación doble que puede verse en la Sala de Bóvedas de Sabatini y en el claustro del Monasterio de Silos, un proyecto denso y complejo, oscuro, teatral y algo sórdido.



Las dos instalaciones funcionan de un modo simultáneo. Dos son sus nexos fundamentales: el arco temporal que abraza la trayectoria vital y artística de Balka y la memoria de los dos lugares, ricamente connotados. En Silos la pieza central es Black Pope, Black Sheep, una escultura realizada en 1987 y alojada en la tradición figurativa a la que nos enfrentamos tras abrir la portezuela de un armario que bloquea la entrada. Este Balka joven es siniestro y turbador, narrativo y penetrante. Es alguien que busca respuestas al complicado escenario histórico en el que madura como artista, la Polonia hondamente enraizada en el catolicismo que lucha por zafarse de la presión soviética en el ocaso de los ochenta.



Al salir de la sala el espectador se enfrenta a su propia imagen a través de un espejo en la portezuela, y los veintitantos años que nos separan de la escultura se diluyen en un instante pues, como en toda la obra de Balka, el tiempo se dilata y se contrae. Todo el conjunto se entiende como un elogio a la representación. Frente al contenido narrativo del complejo monástico, que responde al tipo de producción amparado por la Iglesia que dirige al individuo, Balka define su aportación como la arenga que en su día fue.



La otra mitad del proyecto, la del edificio de Sabatini del Reina Sofía, constituye un perfecto reverso a los excesos narrativos de Silos. En este contexto secular nos sumergimos en una atmósfera abstracta y minimalista, con bloques de espuma que replican a los diferentes vanos de la sala, a los que se enfrentan. Y en la gran sala central, el vacío: un gran espacio oscuro en el que se impone el sonido irritante de una docena de ventiladores. Como la de Silos, esta instalación está fundada en un muy trabajado sistema de relaciones. El espectador habrá de encontrar su lugar en este inquietante magma conceptual, entre la representación y la abstracción, entre la forma y el vacío, entre el mundo de las ideas y el de las percepciones sensoriales… Y entre el espacio y el tiempo, ordenadores de todo el trabajo de Miroslaw Balka.