Vista de la exposición
Bajo el título Sin Título, 2011, técnica mixta, medidas variables se presenta una exposición colectiva organizada por un grupo de artistas (liderado por Miki Leal, Jaime de la Jara y Jacobo Castellano) en el primer piso de un inmueble del número 67 de la madrileña calle Gran Vía. No es una exposición al uso. Es un proyecto que, si bien entronca con otros precedentes en el campo de los proyectos más o menos autogestionados, presenta novedosas singularidades ante las que conviene detenerse.Sin Título... es, como en su día Doméstico o Hambre, una iniciativa del todo privada. Tiene lugar en las salas de las antiguas oficinas de una entidad bancaria que están actualmente en venta y que han sido cedidas para la realización del proyecto. Nace de la ayuda económica de un coleccionista sevillano cuyo nombre -no sabemos por qué- no ha trascendido. Su aportación ha sido de algo más de 15.000 euros con los que los organizadores han pagado el transporte de los trabajos, los seguros pertinentes, la coordinación, el montaje, un catering el día de la inauguración -en la que actuaron Los Eterno- y unos honorarios de 600 euros -mucho más de lo que pagan muchas instituciones- para los veinte artistas que componen la exposición. Dicho coleccionista no espera nada a cambio pero los artistas que así lo deseen podrán realizar una donación a su colección.
Al no ser una exposición al uso, ésta no puede ser una crítica al uso. El proyecto nace con la sola intención de canalizar la energía de un grupo de artistas que, salvo contadísimas excepciones como Abraham Lacalle, pertenecen a una misma generación. Pero por las salas y pasillos ya avejentados de esta oficina reverbera un buen puñado de ideas que es necesario transcribir. La más importante es que el sistema institucional del arte en este país puede encontrarse hoy exhausto. Pero los artistas no. La exposición aporta, indudablemente, una frescura insólita fruto de la libertad con la que han actuado sus organizadores. Es la libertad que suele brindar la ayuda privada, que permite sortear los vetustos procedimientos de la administración, su lentitud cuando no su indolencia. Una lectura crítica podría denunciar el predominio de artistas andaluces o la falta de diálogo entre los trabajos, la ausencia de un discurso, en definitiva. Pero esa es precisamente la esencia del proyecto: que no haya discurso. Esta es una iniciativa de los artistas, que quiere tener continuidad aquí o en otro espacio, una constatación de que en esta ciudad se pueden y se quieren hacer cosas, de que existe el clima -esto es, los artistas, que es de lo que se trata- propicio para ello.
No se ha querido contar con comisarios ni con ningún otro agente porque esta es una muestra "desinstitucionalizada" de la que podría inferirse, además, que la gestión pública, de tan deficiente, podría no ser siempre imprescindible. Proyectos como este permiten pensar en la necesidad de consolidar -y profesionalizar- la participación del sector privado en el arte, y también en la urgencia de agilizar las estructuras de lo público. En España se reparte mucho dinero en ayudas, más que en muchos países que parecerían modélicos en su gestión del arte, pero la circulación de esa ayuda es lenta y trabada. ¿Por qué los artistas sólo reciben las ayudas para realizar proyectos meses y meses después de asignadas, muchas veces incluso después de finalizados? ¿Por qué tantos requisitos inútiles a la hora de presentarse a concursos? A veces parece que quieren declararse desiertos desde el principio… Los artistas de este país, me cuentan muchos, no logran comprender por qué es todo tan complicado.