To navigate, in a genuine way..., 2009
Charles Manson no ha muerto; sobrevivió al intento de otro convicto, un hare krishna -qué cosas-, de quemarle vivo y, con casi 80 años, cumple condena en la prisión estatal de Corcoran. Su rancho en Death Valley sigue en pie y fue fotografiado por Joachim Koester en una serie que ya conocimos en la exposición de Sérgio Mah Lugares comprometidos (ICO, 2008). Koester se ha interesado en diversas modalidades de estados alterados de la conciencia -magia, alucinógenos, chamanismo, éxtasis- y ha intentado registrar la huella en los lugares de acontecimientos extraordinarios. Hay diversos aspectos en su trabajo que le confieren singularidad y solidez. Uno de ellos, evidente en esta exposición de obras de los últimos años, es la complementariedad de texto e imagen en la narración que, no obstante, queda siempre en el aire, incompleta o inefable.Lo "desconocido", una dimensión a la que se ha referido en ocasiones, se encuentra no sólo en las historias que investiga sino también en lo que queda por explicar de ellas una vez completado el proyecto. La actitud del artista tiende a la objetividad y, sin embargo, no podemos dejar de percibir -más bien de imaginar- el "contagio" que se produce desde las personalidades o los eventos a los lugares o las cosas. Koester suele acompañar sus proyectos con breves textos en los que expone su argumento: en una entrevista se refería a ellos como "pequeños manuales". Esas palabras marcan la manera en que nos enfrentamos a las imágenes, nos predeterminan emocionalmente y aluden a "otro tiempo", anterior o ficticio, introduciendo una capa invisible de significado en la imagen.
Entre el chamanismo y la marihuana
El destartalado rancho del asesino pasa de ruina más o menos pintoresca a epicentro del mal. El Paso del Borgo se tiñe de malos presagios cuando se nos cuenta que fue atravesado por Jonathan Harker, el narrador de Drácula, y rincones inexpresivos de Königsberg ganan interés al saber que los recorría Kant en sus paseos. No son éstas obras incluidas en la exposición. Tenemos, además del rancho, una serie dedicada a los híbridos de marihuana, con retratos de plantas que resultan amenazadoras, maléficas, una serie -raro, sin "manual"- de casas abandonadas y tapiadas, que esconden un mundo interior "desconocido", y un vídeo muy enigmático en el que un hombre reproduce algunos de los pases mágicos que Don Juan enseñó, supuestamente, a Carlos Castaneda. Nunca hay personas en las fotografías de Koester; aparecen sólo en los vídeos, moviéndose en trance.
En el titulado Tarantism varios bailarines emulaban el frenético baile para expulsar el veneno de la tarántula. En éste, sobre los pases que hacen fluir la energía, hay también un movimiento corporal, ritualizado, en el que participan elementos culturales, esotéricos, y que sirve de vehículo a una comunicación profunda con el entorno natural. (Curioso: Castaneda tomó la palabra con la que definía la práctica, tensegridad o integridad tensional, del arquitecto Buckminster Fuller). Koester no se implica al mostrarnos lugares o hechos, huye de la dramatización; nos da libertad interpretativa.