Exposiciones

Bernardí Roig, entre la escultura y el cine

Der Italiener

8 julio, 2011 02:00

Der Italiener (El buey), 2011

Galería Max Estrella. Santo Tomé, 6. Madrid. Hasta el 23 de julio. De 6.000 a 100.000 euros.

La trayectoria de Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) atraviesa por un apasionante estado de momento decisivo, y esta exposición lo confirma por completo, atestiguando que, si el artista en estos últimos años venía combinando con notoria personalidad escultura y elementos relativos al teatro, ahora, en 2011, ha dado un valiente y enriquecedor paso adelante al penetrar en los dominios de lo cinematográfico. En efecto, esta exposición se desarrolla a medio camino de la escultura y del cine, hasta el punto de convertir la estatuaria en imágenes en movimiento, la galería en sala de proyección, al escultor en guionista y en actor, y al espectador en público.

Así es literalmente, y ya en la misma entrada de la exposición vemos cómo se contraponen el espectacular cuerpo barroco, desollado y abierto en canal de El buey (imagen rembrandtiana realizada en resina de poliéster, acero, cuerda y fluorescentes) con el vídeo La carnicería, que documenta el proceso imponente de eventración y despiece de una gran pieza de vacuno. Seguidamente, en la sala mayor de la galería, se presenta la instalación El italiano, integrada por un rimero de ejemplares del libro Binissalem, del propio Roig, y por un vídeo que recoge una versión reducida de la película experimental Der Italiener, realizada en 1971 por el cineasta Ferry Radax sobre un relato del singular novelista, poeta y autor teatral austríaco Thomas Bernhard, expresándose de manera ceremonial y simbólica sobre la conspiración del silencio con la que Austria trató de ocultar sus responsabilidades en los crímenes de la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, en el vídeo de esta instalación los subtítulos en castellano -realizados para esta versión por Bernardí Roig- no se corresponden ni por asomo con los textos originales -en alemán- de la banda sonora de la película, sino que son obra original de nuestro escultor, que se convierte así en imprevisto guionista del filme, inspirándose, eso sí, en pensamientos y dichos diversos de Bernhard, reconocido "escritor de la autodestrucción".

Por último, la tercera sala de la galería se ha convertido -y así lo avisa el letrero luminoso de su entrada- en una Lusthaus, concretamente en una sala de cine. La película que aquí se proyecta, titulada Notas para otras manchas en el silencio, combina unas breves secuencias del famoso e intrigante filme de Alain Resnais El año pasado en Marienbad con una performance realizada y filmada ahora ex profeso por Bernardí Roig, que se convierte de esta manera no sólo en cineasta, sino también en personaje con función muy destacada de este nuevo filme "suyo". A la vez, en la proyección de esta película, nuestra mirada de espectadores de la exposición se funde con la del público aristocrático que aparece en la pantalla, compartiendo con ellos el espectáculo cruento de la performance, consistente en coserle -con hilo y aguja- los labios al propio escultor.

Junto a ese juego de conversiones -o transformaciones-, el debate estético de Roig se concentra hoy sobre dos cuestiones acuciantes: ¿hasta qué punto son "creadores" el autor de una iconografía y sus sucesivos intérpretes?; y, además, ¿es posible "crear" todavía una imagen que se signifique y trascienda en medio de la cascada de imágenes de nuestro mundo?