Ree Morton: Sister Perpetua's Lie, 1973
Raymond Roussel (París, 1877-Palermo, 1933) fue, y sigue siendo, un autor minoritario. Persiguió la fama y al ser repetidamente ignorado o despreciado por la crítica y el público experimentó, además de una gran decepción, un agravamiento de su neurastenia que su psiquiatra, Pierre Janet, convirtió en caso de manual. Joven heredero de una fortuna fruto de la especulación bursátil, la gastó en viajes y en la edición y puesta en escena de sus novelas, poemas y obras teatrales. Se consideraba un genio y sentía una admiración fanática por sus "iguales", los marcados con la "estrella en la frente". Lo que sin duda tenía era una imaginación desbordante que, sin él pretenderlo -pues no se identificaba en absoluto con las tendencias vanguardistas en arte y en literatura-, le convirtió en uno de los "héroes" que los surrealistas franceses se construyeron de acuerdo con sus intereses -en tal sentido, se le ha comparado con el Aduanero Rousseau-. Éstos valoraron su alejamiento de la realidad, las situaciones inverosímiles que inventaba, sus minuciosas descripciones de máquinas alucinantes, sus juegos con las palabras... El primer contacto se produjo cuando en 1912 Duchamp, Picabia, Apollinarie y Raffray asistieron a una representación de Impresiones de África. Las posteriores declaraciones de Duchamp, afirmando que Roussel fue uno de los referentes principales para su Gran vidrio, le consagrarían en el canon del arte contemporáneo. Pero ya antes, en los años 20 y 30, los escritores y pintores surrealistas le hicieron suyo. Fue particularmente intensa la relación con Michel Leiris, cuya expedición Dakar-Yibouti financiaría en parte, y con Robert Desnos, su mayor defensor. Sus ideas influyeron también a Dalí en la formulación de su método paranoico-crítico.François Piron, crítico y comisario con formación literaria, João Fernandes, director de la Fundación Serralves -a la que se trasladará en abril-, y Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, son los comisarios de esta interesante exposición que rinde homenaje a Roussel y que excede el marco temporal de su vida. Han hecho una selección de piezas que reflejan de una manera literal la biografía creativa de Roussel y el eco de sus obras en el arte del siglo XX. Como viene ocurriendo en el Reina Sofía, el espectador no entenderá la pertinencia de la mayoría de las piezas si antes no lee el catálogo, y aún así le quedará alguna duda. Por alguna razón, se han colocado sólo cinco o seis cartelas que explican la relación de la obra en cuestión con Roussel y que están situadas donde deben, y no en una esquina remota. Los textos de sala ofrecen alguna orientación pero no bastan para emular a los protagonistas de Roussel "para quienes -dice Piron- todos los objetos, todos los libros, todas las imágenes, remiten a una historia, a una anécdota, a un recuerdo, y precisan de una explicación". Pues lo mismo para la exposición. Porque esas explicaciones enriquecerían en gran manera la comprensión de la influencia innegable que Roussel ha tenido en una parte de la creación contemporánea.
En la exposición hay muchos nombres importantes en el arte del siglo XX con obras -lógico en este tipo de muestras- elegidas más por su adecuación como ilustraciones de la huella de Roussel que por su excelencia. La información biográfica se concentra en la primera sala, animada por el Viaje a través de lo imposible de Mèlies, que incluye unos buenos dibujos de Víctor Hugo, uno de sus faros. A continuación se suceden, sin que se marque claramente un orden, las diversas ramificaciones que su obra genera. El afán de documentarlas hace que se diluyan las que podrían haber sido las líneas de desarrollo más evocadoras: el viaje exótico -muy poco representado; destaca el navío a la deriva de Rousseau y la recreación sonora Antártica de Vito Acconci-, las máquinas "artistas" -hay algunas: Jean Tinguely, Rebecca Horn, Francisco Tropa, Rodney Graham- y los juegos de palabras o los enigmas. En la recta final de la muestra, que sigue la influencia de Roussel en la escritura y el arte tras su "redescubrimiento" por parte del estructuralismo, se hace hincapié en los mecanismos de lectura, siendo la sección más árida, con excepciones: la intrigante película de Morgan Fisher o la serie de fotografías con formaciones en cuevas de Mike Kelley. Algunas obras que merecerían más atención, pasan casi desapercibidas entre la abrumadora documentación, como las ilustraciones de Markus Raetz para Impresiones de África. Dos únicos artistas españoles: Cristina Iglesias y Néstor Sanmiguel.