Untitled III, 2011

Galería Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 14 de abril. De 4.000 a 106.000 euros.

Para su quinta individual y, con certeza, la última en su galería madrileña -a la que le unen diecisiete años de confianza, pues expuso por primera vez a finales de 1995-, Tony Oursler ha decidido mostrar un espectro, nunca mejor dicho, lo más amplio posible de su trabajo actual y ha reunido una decena de instalaciones en diferentes formatos, varias pinturas con vídeo animación y dibujos.



Lo más sorprendente, aunque tuvimos un adelanto en ARCO, en una pieza ahora incluida en la muestra, son las mini proyecciones sobre pequeñas esculturas-collages. Realizadas con restos de basurero y objetos de almoneda, artificial y sofisticadamente instaladas sobre una especie de bípodes invertidos, Oursler aprovecha para poner un ojo vivo y parpadeante allí donde debía existir uno tallado en la madera con forma de ángel; o para hacer de una mínima superficie vertical lugar para una escalera por la que trepa torpemente el propio artista, o para hospedar en pequeños huecos como cuevas a hombres y mujeres alterados y poseídos. Una certera mezcla de kitsch y refinamiento tecnológico.



Esa reducción a lo mínimo tuvo sus primeros acercamientos hace ahora unos cuatro años, cuando presentó en la Lisson Gallery la obra Cherry Nokia que, como apunta el título, tenía por pantalla de proyección un teléfono móvil. Fue por aquel entonces, también, cuando comenzó a darle cada vez más importancia a la "escenificación" de sus piezas, que sustituyó a los personajes individuales, globulosos y delicuescentes, cual seres de otro mundo, como llegados del espacio, a los que nos tenía acostumbrados. Construcciones que vimos en la exposición Trunk Mask Bomb Frame Hatchet Crutch Queen, en Soledad Lorenzo en 2008, parecidas a decorados, con esculturas hechas con aquaresin y la progresiva inclusión de objetos cotidianos y banales sobre los que proyectaba fragmentos corporales -con su inclinación perpetua por los ojos y las bocas- o personajes que declamaban sus razonamientos inapropiados, sus órdenes y reconvenciones en un lenguaje apenas inteligible.



Las piezas que vemos en esta exposición son como pequeños juguetes malignos a cuyo hechizo no puede sustraerse el espectador, deambulante por este cuento fragmentario, interrumpido por el terror y el sarcasmo frente a cualquier conducta humana. Esas mini proyecciones intervienen incluso como contrapunto animado distorsionador en sus pinturas, visibles a través de agujeros realizados en el lienzo, hechas a la manera pop, rápidas de trazo y referenciadas en personajes o modelos extraídos de imágenes publicadas.



Las instalaciones de mayores dimensiones son más marcadamente "teatrales". Por una parte, han multiplicado la inclusión de objetos variopintos: esculturas, trozos de cosas, burbujas de vidrio soplado, amalgamas de plástico o quizás barro o escayola. Por otra, los personajes adquieren un simulacro de corporeidad física y otro virtual en una representación, a veces maligna y macabra, que transcurre por las superficies, intersticios, huecos de las piezas prolongándose por las paredes de las salas, haciendo de la galería una representación del mundo del averno y la tiniebla.



Entre mis favoritas, Untitled II y III, ambas de 2011, situadas en la sala central y en la finalde la galería. Dolorosamente melancólica y solitaria la primera, con esa patética figura declamante travestida. Infernal la última, en la que las proyecciones se ajustan con la fría precisión de un relojero a un sofocante y trágico plató del que se ha adueñado despóticamente el mal.