Image: Abigail Lazkoz

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Exposiciones

Abigail Lazkoz

"La cultura nunca es fast, requiere tiempo, reposo"

6 abril, 2012 02:00

Abigail Lazkoz frente a una de sus obras

Las historias que cuenta Abigail Lazkoz siempre tienen un resorte trágico, una atmósfera tenebrista y teatral, y cierta estética de lo siniestro. Instalada en Nueva York desde 2003, y con gran proyección internacional, la artista vasca visita España para presentar La noche común, la exposición con la que la galería Bacelos de Vigo inaugura sede en Madrid el próximo jueves.

El color negro ha acompañado a Abigail Lazkoz (Bilbao, 1972) desde que aterrizara, en 1990 en la facultad de Bellas Artes del País Vasco. Lleno de simbología sobrevolaba las misteriosas escenas de Dibujos de bienvenida, su primera individual en BilboArte, en 2001. Son "autorretratos", confiesa, que funcionan como aforismos y retratan a mujeres en tránsito, entre una vida y otra, traspasando el umbral de la muerte, una puerta siempre entreabierta para la artista, que cruza una y otra vez. En Esconde la mano, proyecto que hizo en 2005 para el Laboratorio 987 del MUSAC de León, grandes montañas alzaban un mundo igual de oscuro e igual de negro. Lakzoz tiraba una piedra para hablar de incomodidad y de conductas, aunque colectivas. Algo había ahí de apocalíptico, de fin del mundo, igual que en Cameramen, una serie de dibujos que empezó en 2002 y que trasladó a los muros del PS1 de Nueva York con motivo de la exposición Greater NY 2005 y que allí sigue expuesto.

Expectativas y temores encierra también 130.000 años de tendencias artísticas, un gran mural realizado para el Guggenheim de Bilbao en 2006, y fondo de la colección del museo, que ilustra un gran cementerio donde hay enterrados, principalmente, miedos. En Desastres naturales, exposición celebrada en La Panera de Lérida en 2007, el único color que no se encuentra nunca tan absoluto en la naturaleza, de nuevo el negro, lo utiliza para hablar de lo natural en relación con lo humano. Dos años más , en la Sala Rekalde de Bilbao, Máquinas extraordinarias ocupó el espacio expositivo de otro modo, partiendo de formas abstractas, traduciendo el dibujo en instalación y donde combinó papel con mural, escultura con instalación. Un conflicto bélico le sirvió para hablar de otros mucho más mundano: de lo difícil que es comunicarse. Hasta con humor negro.

Negra noche

Su próxima exposición supone un viaje más allá por esta antítesis del blanco. Será en la nueva sede que la galería Bacelos de Vigo abre en Madrid el próximo jueves 12 y en una muestra que se prolonga paralelamente en la sede gallega del 3 de mayo al 1 de julio. El título, La noche común, está lleno de acertijos, de polisemia: "El negro es el hueso que sujeta y organiza mi obra bi y tridimensional, la estructura fundamental de todo mi trabajo. Y La noche común es esta exposición y todas las que he hecho hasta ahora, porque para cada proyecto uno hace arqueología de lo propio y recupera lo que puede germinar como obra nueva. Todo parte de una serie llamada Sambódromo, en la que creía que por primera vez trataba cuestiones festivaleras y de celebración en comunidad, después de mis trabajos sobre cementerios y guerras, que hablaban de lo común de una manera menos edificante. Luego, viendo el resultado me di cuenta que en los dibujos de gran formato recreaba escenas de carnaval, un desfile tragicómico, descoyuntado, de máscaras y colgajos mitad celebración mitad Santa Compaña, un poco en el estilo de las celebraciones sombrías de Gutiérrez Solana. La mirada lúgubre siempre tiñe mi obra que no termina de resultar una celebración vital asertiva. Ni aunque quiera. Por cambiar de color, digamos que me sale el blues por aquí y por allá", dice.

La música negra se deja oír en esta muestra hablando, también, de raza e identidad: "Los pequeños elementos escultóricos que van a interactuar con las piezas son esculturas figurativas africanas manipuladas que me he encontrado en Nueva York y que enriquecen mi reflexión sobre la escritura del negro sobre blanco", añade. Curiosamente, algunas de esas esculturas parecen rifles que amenazan con disparar mensajes poco casuales. Otra referencia con la belleza que sólo tienen las películas en blanco y negro, riza el rizo de las referencias: "es una escena del Séptimo sello de Ingmar Bergman, el momento de la subida al monte de los muertos danzando, que captura esa idea de vida como fanfarria camino de la muerte a la que doy vueltas", añade.

-El proyecto para el bicentenario de La Pepa, en el MARCO de Vigo, gira en torno a la felicidad. ¿Habla de la felicidad o de su dificultad?
-Durante muchos años me he nutrido de 'discursos tristes'. Me interesan las rancheras desgarradas, la melancolía del flamenco, la literatura y poesía existencial... Cosas que tratan de lo que podría llamar queja o, de manera más general, la felicidad como algo inaprensible. Es un interés general que racionalizo a través del arte. Pienso que la mejor manera de que tu obra resulte interesante para otros es llenarla de todo aquello que realmente te constituye como persona.

Lenguaje materno

Abigail Lazkoz ha desarrollado toda su carrera reflexionando sobre el dibujo en clave de apropiación espacio-temporal, que a menudo surge en la pequeña mesa de trabajo y se expande en una narración llena de secuencias y episodios. "Es una herramienta de expresión directa, despojada y de infinitas posibilidades. Empecé a darle vueltas en serio en el 2000 y todavía me sigue llevando a lugares estimulantes. El mural me ha servido para pensar el dibujo, que surge en muchos casos en la pequeña mesa de trabajo, en clave de apropiación del espacio-tiempo (tiempo porque suelo generar dispositivos de narración secuenciada). A partir de la exposición Máquinas extraordinarias, en Rekalde, he empezado a introducir en mi trabajo elementos escultóricos y tridimensionales que combino con todo lo demás. Creo que tiene que ver con mis ganas de relativizar todo a través de una simplicidad compleja. Aunque la pintura es algo así como mi lengua materna".

-¿Cómo recuerda los inicios? La facultad, las expectativas, lo de querer ser artista...
-Ahora me doy cuenta de que cuando hice Bellas Artes, ni yo ni nadie que estuviera alrededor mío para aconsejarme, tenía idea alguna sobre arte contemporáneo. Así que puede decirse que elegí la carrera de un modo inconsciente total y, afortunadamente, estoy contenta con lo que escogí. He dibujado y pintarrajeado lo que se me ponía al alcance desde siempre y la elección pareció bastante natural en su momento. Al empezar Bellas Artes te enfrentas a tal batería de estímulos que tienes bastante con procesar las cosas y no atragantarte. Tuve suerte porque muchos de los profesores que me tocaron eran jóvenes y tenían una idea muy fresca de lo que estaba pasando. Yo creo que al enfrentarme a ejercicios que planteaban cuestiones de arte contemporáneo, estuve un poco desorientada. Es como intentar aprender un nuevo idioma, primero aprendes la ortodoxia y, si tienes suerte y consigues hacerlo tuyo, puedes llegara sentirte lo bastante cómoda como para que sea un juego estimulante, para hacer que salte por los aires.

-Aunque en los últimos años está trabajando con esculturas y animaciones, su formación es pictórica. A menudo dice que los artistas que se han dedicado a la pintura lo han tenido muy difícil. ¿Por qué?
-Mi generación es la que viene después del atracón de la Transvanguardia, los jóvenes salvajes y el collage foto-pictórico de David Salle que, en España, generó un vacío en la producción de pintura, cosa que en otros países no pasó de ese modo. La fotografía y el vídeo se convirtieron en lo contemporáneo, mientras el dibujo y la pintura eran una herramienta de pensamiento del Paleolítico. Salvo por contadas excepciones, desde 1995 a 2008 no ha habido en centros de arte y museos una sola exposición individual de un artista joven emergente español que se dedicara a la pintura. Sin más, el sistema mira para otro lado y ahí te quedas. Luego parece que la pintura se pone de moda fuera, cuando en realidad es que fuera siempre está viva, y hay que recuperarla otra vez. Eso me produce un cansancio profundo.

-Y, ¿por qué sigue pasando?
-Por esnobismo acomplejado.

-¿Es el dibujo una actitud activista ligada a lo barato?
-Absolutamente. El dibujo es una especie de lenguaje frugal apropiado para una 'economía de guerra'. Me impuse encontrar un medio de expresión pegado a mí, transportable y que pudiera utilizar siempre, sin depender de nada y menos de las circunstancias económicas. Valoro enormemente a los artistas que son capaces de hacer mucho con poco. Siempre me emocionan más la sensibilidad y el pensamiento expresado de un modo despojado. El arte es un ejercicio de libertad, de cabezonería y, a veces, es necesario que la imaginación y el azar dirijan la orquesta.

-Como artista vasca formada en su contexto artístico, ¿se identifica con él?
-Soy una persona poco gregaria que ha nacido en una sociedad estructurada en torno a la idea de cuadrilla. Aunque valoro muchas cosas que he recibido de profesores y amigos artistas de mi entorno de crecimiento artístico, que es el vasco. Me quedaría con el enfoque crítico y combativo, y esa rara mezcla de recocimiento y curiosidad por lo de fuera.

-El blanco y negro remite a la escritura, uno de los pilares fundamentales en su trabajo. ¿Hasta qué punto ve la pared como una hoja en blanco?
-Por un tiempo perdí interés en las artes visuales. Me parecían en muchos casos, manifestaciones frías, decorativas, pura combinatoria. El disfrute de la literatura me devolvió las ganas de recurrir al arte para compartir cosas. Por eso, durante muchos años, el componente narrativo ha sido fundamental en mi trabajo, porque mi modelo en literatura y poesía siempre ha sido vivencial y no metalingüístico. Curiosamente, creo que ahora me estoy acercando a posicionamientos menos 'verbales' más lúdicos y desestructurados.

Contradicciones internas

-Blanco y negro, vida y muerte... parece repetirse a menudo el juego de contrarios. ¿Qué le interesa de las metáforas?
-Me interesan las paradojas, la coexistencia de contrarios, la relativización, el humor como sensibilidad. Para mí el humor es la encarnación del pensamiento en evolución, ya que el pensamiento se relativiza a sí mismo (sin ser cínico). Los dogmatismos en arte sólo pueden interesar a los que, a través del inmovilismo, pretenden retener posiciones de poder. Los catecismos son la encarnación absoluta de la frigidez.

-Llegó a Nueva York con una beca en 2003 y allí sigue. ¿Como ve el panorama artístico español desde allí?
-Veo a los jóvenes cada vez menos acomplejados y con más ganas de currárselo en serio, sin atajos.

-¿Cómo es la vida artística allí? ¿Qué hándicaps hay?
-Nueva York es una ciudad competitiva, con una tradición cultural y de pensamiento que te mantiene estimulado incluso sin quererlo. Sólo no estando allí puede uno escapar de su intensidad multifacética de cochambre y lujo. Como comunidad endogámica tiene determinados canales que conducen al éxito, que son parecidos en todas partes, las instituciones educativas y artísticas, los círculos profesionales.

-Justo acaba de inaugurar en la Andrew Freedman Home, en el Bronx. ¿Cómo se relacionan esos trabajos con La noche común?
-Es una instalación de dibujos sobre papel de gran formato titulada Strangers May Care More for your Sentimental Debris y forma parte de una colectiva. Es un edificio imponente, impregnado de la melancolía del pasado. Fue una casa de acogida y, más tarde, un asilo. Las paredes están desconchadas, las alfombras raídas. Un espacio que inmediatamente te hace reflexionar sobre los ciclos de la vida, la decadencia, la pérdida.

-Muchas de sus obras funcionan como metáforas no sólo de las relaciones humanas sino también del mundo del arte, del conflicto en general. ¿Qué lectura crítica haría de él?
-Falla la educación y el utilitarismo a corto plazo al que se somete a la cultura. Ésta nunca es fast, requiere tiempo, reposo, trabajo por parte del productor y del espectador.