vista de la exposición de Juan Uslé en la galería Soledad Lorenzo
Última exposición de Juan Uslé en la galería de Soledad Lorenzo. High Noon es a la vez muestra de la madurez del pintor y homenaje a su galerista desde hace veinte años. Uno de nuestros grandes pintores contemporáneos se queda "solo ante el peligro".
Lo que aquí puede verse es un compendio actual de las tres principales pulsaciones con las que su pintura late, sus tres distintos mapas en el sentido que le dieron Deleuze y Guattari; o sea, como algo "enteramente dirigido hacia una experimentación que actúa sobre la realidad... El mapa es abierto, es conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones...". Mapas que va construyendo, que va tejiendo y destejiendo Uslé, en una investigación sobre lo visible y su posible entramado pictórico, mapas de la geografía interna de las cosas (su biología, su geología, sus retículas celulares, estratos geológicos, aleaciones químicas) tras contemplarlas desde la ventana del inconsciente y someterlas a la cirugía de la luz y el color de lo pictórico.
Tres pulsos distintos que se manifiestan en tres series que de nuevo parecen inagotables. Nada más entrar a la sala, cuatro grandes Manthis, obras rizomáticas por antonomasia con su entramado ortogonal de apariencia sólida y existencia más bien membranosa, red más que estructura sobre, bajo y junto a la cual se organizan esas formas a la deriva que a veces recuerdan a mecanismos y otras a órganos del cuerpo, esas formas que en la central La línea suelta parecen flotar recordándonos en algo al Grand Verre duchampiano y su equilibrio entre el delirio y la pausa. En la sala central, ocho de esas pequeñas Nemaste, preciosas en varios casos, experimentales, ricas y en tensión, únicas como joyas o como piedras de riñón. Al fondo, tres espléndidos nuevos ejemplos de Soñé que revelabas, su serie más meditativa y orgánica: obras nocturnas, de negro, por donde a ratos se cuelan otras vibraciones y resonancias. Obras donde el artista traspasa su propio pulso cardiaco a la pintura, de un equilibrio tan fugaz como consistente, tan primitivo y envolvente.
En suma, nuevas variaciones de esa red inagotable de códigos que es ya la obra de Uslé. Pero sobre todo, la constatación de la potencia y madurez de un gran pintor contemporáneo, de lo provechoso de su búsqueda del peligro en soledad. Bendita soledad.