Natalia Carbajosa. Foto: P. Utrera

Hipálage. Sevilla, 2011. 55 páginas, 10 euros

En la individualidad nos hemos hecho fuertes. La poesía es lo humano contra el libro: no importan las emociones si no son universales, ni las ideas que no sean narraciones. Escribir es contar; leer, dotar de significado al relato. En poesía la vida no importa: la imaginación es el reino.



"Existe un consuelo para los viajeros que van a los/ lugares santos del poema". Tu suerte está en Ispahán es un ritual antiguo porque antigua es la poesía, pero absolutamente moderno porque es consciente de serlo. Ser poeta joven en el siglo XXI implica cosas: entusiasmo por el presente, conocimiento del pasado, el futuro a tus pies. Te sientes cómoda en cualquier momento y lugar de la literatura. Culta y libre, Natalia Carbajosa (1971) crea en Ispahán la guía de un viaje que nadie ha hecho nunca, pero que miles de mujeres y hombres han experimentado a través de la ficción.



Tradiciones de habladores, cuentacuentos, trovadores, bardos homéricos: la memoria de la humanidad es un infatigable ¿qué pone? ¿qué dice? Antes de que aprendiéramos a leer, nos hablábamos. Y solíamos hacerlo en verso, para saber cuándo nos comunicábamos la realidad y cuándo los sueños: "por las palabras sí podemos pasear como si/ tuviéramos alas en los pies,/ sandalias de oro vivo". Frente a la severidad de los atlas y las anatomías, Carbajosa inventa una poética modulable a la manera de Sherezade: no por elección, sino por supervivencia. Los peones no cambian: el azar, el azahar, El Cairo, las higueras. Sólo la reina avanza, poniendo a cada uno en su sitio: "El cuento enseña/ la obediencia más fiera,/ la más indiscutible de todas./ Obediencia a las palabras: las palabras-lugar". La realidad es una ficción entre tantas, y necesariamente simple, ya que debe servirnos a todos por igual. Sólo en la poesía es posible encontrar la complejidad que merecemos: "En la superficie lisa/ del poema estamos a salvo de la ausencia de/ peligro". Como la Ítaca de Cavafis, Ispahán es puro símbolo. Como la Ítaca de Homero, sólo existe como destino perpetuo. No nos conformemos: imaginemos.