Uta Barth, los caminos del sol
Uta Barth
22 junio, 2012 02:00Deep Blue Day (Untitled 12.1), 2012
Aunque ésta es su primera individual en España, las obras de Uta Barth hace mucho que forman parte de colecciones como la del MoMA o el Guggenheim de Nueva York. Ventana y fotografía se relacionan con el ojo en lo que deviene una relación conceptual con la luz. Momentos cotidianos donde también nosotros nos proyectamos.
Tiene una relación conceptual con la visión y la representación: es "mirador" y "cuadro dentro del cuadro". Ventana y fotografía se relacionan con el ojo, en el que también hay una penetración de la luz a través del cristalino. Y, así, en una de sus series más conocidas, white blind (bright red), la artista sumaba un ejercicio de persistencia retiniana a la captación a través de la ventana de su casa de unos árboles deshojados: el ojo del espectador podía "dibujar", tras mantener la mirada fija sobre las ramas del primer panel, esas líneas sobre la superficie lisa del segundo.
Uta Barth lleva años observando los dibujos geométricos que forma la luz al proyectarse a través de las ventanas, desde el exterior, sobre el suelo o las paredes. Y a menudo sigue el desplazamiento de esos recuadros luminosos según avanzan las horas. En dípticos o trípticos, nos presenta esos particulares e imprecisos relojes de sol, así como variantes cromáticas de una misma situación lumínica producidas invirtiendo la imagen a su negativo. Esta serie introduce una novedad: al interponer una cortina en la trayectoria de la luz -una situación cotidiana que todos hemos observado- los rectángulos lumínicos se ondulan en sus pliegues, creando unos elegantes "ríos" meándricos de sol que se extienden a través de varias fotografías agrupadas. Esa configuración en políptico lineal se ha perdido un poco en la galería debido a las reducidas dimensiones de las paredes. A pesar de que no le gusta que se califique su obra como pictórica, hay muchas referencias a la pintura en ella. En ...and to draw..., el entramado del tejido de las cortinas, similar al de un lienzo, puede hacernos pensar a primera vista que nos encontramos ante un cuadro.
La exposición se completa con una continuación menos afortunada de la serie mencionada, en la que aparece la mano de la artista modificando el dibujo en las cortinas, y con otra de aún mayor sutileza, Composiciones de luz sobre blanco, que recoge de modo sorprendente -resultado de un conocimiento de los efectos de la inclinación estacional del sol y que nos retrotrae a los ancestrales santuarios en los que, en el solsticio, iluminaba al amanecer un punto exacto- la proyección de la luz solar sobre un ascético mobiliario modular blanco. Barth se acerca al grado cero de la fotografía, quizá con el Blanco sobre blanco de Malevich en mente. Pero este elevado nivel de abstracción formal no nos impide apreciar la cualidades de las superficies; no se produce un alejamiento de la realidad, de lo objetual y lo cotidiano, que está ahí, perfectamente reconocible tras un primer momento de duda. Tan cotidiano que se trata siempre de su propia vivienda.