La Grande Broyeuse (Mouli-Julienne x 17), 1999

Fundación Joan Miró. Parque de Montjüic s/n. Barcelona. Hasta el 24 de septiembre.

Mona Hatoum, la ganadora de la tercera edición del Premio Joan Miró, otorgado en 2011, es la protagonista de esta importante exposición que podrá verse en la Fundación hasta el próximo septiembre. Más de 40 piezas se reúnen que bien merecen una larga visita.

Después de Olafur Eliasson y Pipilotti Rist, le corresponde a Mona Hatoum, como ganadora del Premio Joan Miró en su tercera edición (2011), presentar una gran exposición organizada por la Fundación Joan Miró y Obra Social "la Caixa". Su obra, sin embargo, ha sido vista previamente en España. Recordemos dos ambiciosas muestras que ofrecían una visión, también panorámica, de su producción más o menos reciente: una presentada en el Centro de Arte de Salamanca y el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago de Compostela en 2002 y la otra exhibida en la Fundación Marcelino Botín de Santander en 2010.



Cuando se habla de Mona Hatoum (Beirut, 1952) se hace ineludible atender a su biografía como un aspecto fundamental para acercarse a su trabajo. De origen palestino, su familia tuvo que exiliarse al Líbano a causa de las amenazas y los conflictos. Posteriormente, en 1975, estando en Londres, se vio obligada a quedarse en Inglaterra a consecuencia de la guerra civil libanesa y allí se formó como artista. Guerras, enfrentamientos fronterizos, emigraciones... heridas que la artista ha sufrido directamente y que han dejado señales en su obra. En efecto, las instalaciones, fotografías, esculturas o artefactos de Mona Hatoum giran en torno al conflicto, los problemas migratorios, las colisiones políticas... Conflictos que -según se ha dicho- son observados desde el punto de vista del otro, de la alteridad que representa su condición de palestina y de mujer.



Pero esto no lo explica todo. La exposición que presenta en Barcelona causa una rara sensación porque todo este compromiso se manifiesta paralelamente a un universo, diríamos, íntimo y, a la vez, muy formalista. Es decir, la posición de Mona Hatoum oscila entre lo político, por un lado, y los valores subjetivos y las referencias a la tradición del arte contemporáneo, por otro. ¿Son estos aspectos contradictorios e irreconciliables entre sí? El resultado es necesariamente la ambigüedad del mensaje, una ambigüedad que acaso otorga densidad y complejidad a su trabajo. Ella misma ha explicado en alguna entrevista que no busca realizar una obra lineal o transparente, sino que aspira, por el contrario, a una propuesta abierta que inspire preguntas y dudas.



Más aún, a la luz de esta muestra, intuimos que aquello que inspira secretamente el trabajo de la artista, más allá del compromiso social, es algo subterráneo, un mundo hecho de elementos inquietantes y oscuros. Hay en ella una fascinación por los espinos y los objetos punzantes, un gusto por lo inestable y lo frágil, una propensión a la ironía cruel que nos parece que es como un leitmotiv en su trayectoria. Una manera de observar y explicar el mundo que se solapa -o incluso puede que sea independiente- a su posicionamiento político.



Aunque ya se había exhibido en España, una pieza inevitable de la exposición es La Grande Broyeuse (Mouli-Julienne x 17) fechada en 1999. Se trata de un utensilio de cocina, un pasapurés, reproducido a escala gigante, que provoca en el visitante el efecto Gulliver en el País de los Gigantes. El origen de esta pieza, según ha explicado la misma Hatoum, es un objeto reencontrado al volver ocasionalmente a la antigua casa familiar y que para ella evocaba el mundo de la infancia perdida, de la adolescencia robada. Hay, pues, un registro afectivo y nostálgico depositado en este objeto de la vida cotidiana, asociado tradicionalmente -no lo olvidemos- al mundo femenino. Pero hay otros muchos significados implícitos: existe una dimensión lúdica, una referencia a la fábula infantil, una mención al surrealismo, una cita a Claes Oldenburg y a sus juegos de cambio de tamaño… entre otros muchos aspectos a señalar. Y a nadie se le escapa su profundo contenido dramático pues, metafóricamente, se expresa como un instrumento de tortura, una máquina para triturar.



A propósito de este pasapurés gigante, Martina Millà, comisaria de la exposición, nos explicaba -y con ello transmitía el pensamiento de la artista- que la cazoleta donde se disponen las verduras para ser desmenuzadas poseía, así como la prensa y las ruedas para rallar, las dimensiones justas y precisas para recibir a una persona… En definitiva, toda esta complejidad de significados que define el trabajo de la artista están presentes e interrelacionados en la multiplicidad de capas de sentido que tiene la La Grande Broyeuse (Mouli-Julienne x 17). Ahora bien, independientemente de la lectura política o biográfica que tiene su obra, el carácter siniestro, el regodeo en los aspectos escabrosos y el gusto velado por lo cruel y lo sardónico parece ser el origen de la energía creativa de Hatoum.