Vista de la instalación On the Origin of Species, 2012

Galería Max Estrella. Santo Tomé, 6. Madrid. Hasta el 3 de noviembre. De 10.000 a 35.000 euros.

Seis años después de sus primeras exposiciones en España -en el Koldo Mitxelena en abril de 2006, y en Max Estrella en septiembre-, el sistema de trabajo del escocés Charles Sandison (1969) apenas ha experimentado cambios. Mantiene como germen la palabra y el texto escrito relevante en la historia de la Humanidad y prosigue su instrumentalización mediante programas de ordenador diseñados por él mismo, en los que una parte del resultado final está previsto y cerrado, y otra responde exclusivamente a las reglas del azar. Además, los distintos juegos perceptivos -visuales unos, de sentido literario, otros- siguen desplegándose sobre el muro en obras que podríamos clasificar de murales, invadiendo los espacios de la galería y haciéndolos cómplices al espectador tan pronto como entra en ellos.



En estas últimas obras que recoge esta exposición titulada Nature Morte, todo ello se ha enriquecido considerablemente. Sandison ha intensificado, y mucho, sus cualidades formales y cromáticas, hasta el punto que tres de las cuatro obras expuestas tienen como componente esencial de seducción el color, y en todas ellas el movimiento construye auténticos paisajes ópticos legibles más allá de meras invasiones de palabras en movimiento. Y ha hecho más complejos los programas informáticos para cumplir su búsqueda de un desarrollo interminable capaz de autoalimentarse y seguir una infinita progresión en el tiempo. Es un dios programador.



Sigue, también, sirviéndose exclusivamente de los principios propios de la ciencia, tantos los derivados de la noción de simetría como sucede en Butterfly, donde la obra se autocopia y, por la introducción voluntaria del error, genera geometrías imposibles; en la introspección microscópica de la vanitas Nature Morte; en el baile de partículas de Quantum Foam, y en la perversa idea de invertir el texto de la obra cumbre de Darwin en una pesadilla involutiva en On the Origin of Species, donde los puntos y aparte devoran a las palabras a la vez que en su pulular luminoso engulle al espectador como si éste fuese el confundido habitante de la caverna de Platón, incapaz de verse a sí mismo tal y como es.





Siendo tan intrincada y compleja en su concepción y desarrollo, la obra de Charles Sandison no nos resultan ajenas, ni es disparatada en la elección de sus herramientas, ni nos aleja con su peculiar discurso, ni nos distrae de la voluntad de conocer. Es más, tanto cuando la proyección que tenemos delante convoca sensaciones y sentimientos personales como cuando no lo hace o, por así decirlo, enfría su hablar o susurrar, el artista resulta igualmente convincente.