Prohibido cantar, 2012

Matadero Madrid. Paseo de la Chopera, 10. Madrid. Hasta el 9 de diciembre.

Jordi Colomer inaugura la temporada artística en el espacio Abierto x Obras de Matadero con Prohibido cantar. Obra didáctica sobre la fundación de una ciudad paradisíaca. Un trabajo sobre los megaproyectos de urbanización muy ad hoc con la nueva Eurovegas también en la capital.

La Historia se repite, y ficciones y realidades se relevan en la perpetuación de los mitos. Cuando los hombres inventaron la cultura urbana, hace 7.000 años, empezó a perfilarse la idea de la "ciudad del vicio", en la que se bebe, se juega, se fornica, se roba y se mata. Sodoma y Gomorra, Babilonia, Ys, Las Vegas, Pattaya... En 1930 se estrenó en Leipzig la ópera Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, con música de Kurt Weill y libreto de Bertolt Brecht, que escenifica la fundación de una ciudad de perdición en un desierto estadounidense por parte de un pequeño grupo de fugitivos, con el fin de desplumar a los buscadores de oro que afluirían desde la costa cercana.



Jordi Colomer (Barcelona, 1962) se basa libremente en ese libreto para referirse a los megaproyectos españoles de urbanización y ocio relacionados con el juego. El fracaso de los parques temáticos ha desplazado las expectativas de crecimiento hacia varios complejos turísticos planificados en torno a casinos que, hasta el momento, no han pasado del papel. De El Reino de Don Quijote no quedó más que un aeropuerto sin uso y Gran Scala, proyecto en el que se centra Colomer, se paralizó tras entregar los misteriosos promotores, International Leisure Development, una primera entrada para adquirir los terrenos. Eurovegas en Madrid y Barcelona World en Tarragona son los nuevos espejismos que los ávidos inversores han vendido a gobernantes que, ante la promesa de puestos de trabajo e ingresos fiscales, dejan de lado principios, escrúpulos y legislaciones.



Gran Scala pretendía levantar en Los Monegros 32 casinos, 6 parques temáticos, 12 museos dedicados a la historia de la Humanidad, 70 hoteles, 232 restaurantes, un campo de golf y un hipódromo. Un delirio absoluto. Jordi Colomer filmó durante tres días en el desierto aragonés una representación fragmentaria y surrealista en la que Mahagonny y Gran Scala quedan hermanadas. Un teatro del absurdo protagonizado por habitantes de Farlete -el pueblo más cercano a los terrenos apalabrados-, que se entregan al pecado con grandes fatigas ocasionadas por el azote inclemente del cierzo. Si en la ópera la ciudad se ve amenazada por un gran huracán que finalmente pasa de largo, en Prohibido cantar el seco viento del noroeste acaba disuadiendo a la troupe de trileros de tres al cuarto, streap girls, ludópatas rurales y ovejas, que abandonan el precario set devolviendo a la naturaleza el dominio sobre el lugar. La prohibición de cantar, que en Brecht simboliza la decadencia de Mahagonny y su violenta sed de placeres, podría aludir en Colomer a la consideración del cliente como borrego, reducido a triste consumidor.



El artista muestra un ácido sentido del humor, tirando a negro, y usa referencias cinematográficas que van del western a Buñuel y hasta a Pasolini. Las siete pantallas enrollables sobre las que se proyectan las siete secuencias, unas y otras en un calculado desorden, se disponen en línea conformando una visión del horizonte desértico en "ultra-CinemaScope" que pretende evocar un exterior sin conseguirlo mas que a nivel conceptual. La instalación resulta novedosa en la pequeña historia de Abierto x Obras porque parte en tres la antigua sala frigorífica de Matadero: un acceso oscuro, un cuarto blanco intermedio y ese supuesto exterior en el que vemos las proyecciones. Se percibe la intención de establecer un paralelismo entre esos espacios y estados mentales: incertidumbre y curiosidad, deslumbramiento paralizante y temor, onirismo y alucinación. El dispositivo arquitectónico no es todo lo eficiente que cabría pedir -tal vez con más medios- pero la estructura queda suficientemente clara.



Jordi Colomer es ya un veterano, conocido y apreciado fuera de España, con peso específico en el panorama artístico nacional. Esta instalación resulta muy coherente con su trayectoria anterior, en la que lo teatral y lo arquitectónico se aplican, en relación con la imagen fotográfica o videográfica y sin caer en lo panfletario, a la crítica social. En los últimos años ha desarrollado proyectos muy vinculados a lugares "fuera del mundo" en los que la actividad humana, o incluso su presencia, resulta extraña. Ciudades dormitorio surgidas en medio de la nada, tejados, almacenes... El fracaso de las utopías arquitectónicas y urbanísticas ya había hecho antes entrada en su obra, al igual que las localizaciones desérticas o la utilización como actores de los habitantes de los lugares en los que desarrolla sus acciones. Proyecto tras proyecto se consolida una manera de imaginar y de hacer que tiene en esta última instalación uno de sus ejemplos más logrados, especialmente en la faceta cinematográfica.