VV.AA. (Post-in): España aparta de mí este caliz, 1992

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 11 de marzo.

Son más de 600 obras (desde fotografía, vídeos y grabaciones sonoras hasta material gráfico y documental, así como instalaciones y dibujos) las que encontramos en esta exposición, comisariada por la Red Conceptualismos del Sur, que elabora otra imagen de la América Latina en los 80. Un recorrido basado en las micro-historias.

A la entrada de la primera sala había un discreto cartel que advertía que algunas de las imágenes expuestas podían herir la sensibilidad del espectador. Me pregunté si este cartel estaría siempre allí, porque eso es lo que se espera del arte, que perturbe nuestra sensibilidad. Pero cuando una hora después salía de la exposición ya sabía a qué se refería. No, esta no es una exposición como cualquier otra. Realmente, los visitantes se arriesgan a que les cambie el humor, incluso su escala de valores artísticos. Podemos describirla como un recorrido por los modos de hacer arte y política en América Latina en la década de 1980. Un periodo en que las dictaduras se sucedieron: Brasil, Chile, Paraguay, Argentina, Bolivia, Uruguay... lo que dio como resultado la cifra de 400.000 muertos. Pero no puede contabilizarse la humillación, el expolio ni la tortura.



Vista de la exposición

En esas sociedades convulsas y atónitas surgieron las más imprevistas reacciones, de resistencia, de reivindicación, de denuncia. Pura destilación de la sociedad civil, al margen de organizaciones políticas, como las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina o las Mujeres por la vida, en Chile. Pero, ¿qué pinta todo esto en un Museo?, se estarán preguntando... Pues es que resulta que a diferencia de lo que está pasando ahora mismo en nuestro país y en muchos otros, los artistas de esos paisitos del Cono Sur se pusieron manos a la obra para, con sus herramientas específicas, hacer frente a un estado de cosas ciertamente intolerable. Y también, por otro lado, una vez que como cultivados espectadores que somos, hemos asimilado las propuestas del arte conceptual y del happening, ¿cómo no encontrar una dimensión artística -aquí el término casi resulta indecoroso- en, precisamente, "la documentación" o el caminar en círculos de las Madres? De esto se trata pues, en la exposición: de ver qué papel desempeñó el arte en situaciones ciertamente extremas como fueron las arriba descritas.



No hace falta ser un especialista, más bien basta con ser un ciudadano común, para detectar enormes diferencias entre lo que encontramos aquí y lo que suele denominarse arte político. Tras recorrer esta exposición, las obras de Hans Haacke o Santiago Sierra, por citar a dos artistas que han hecho de lo político un (o el) tema fundamental de sus obras, nos parecen juegos manieristas, mera salsa picante para un gusto estético estragado.



Vista de la exposición

El activismo artístico tuvo rasgos comunes: uno fue la presencia destacada de colectivos, desde CADA, Colectivo de Acciones de Arte, en Chile, a CAPaTaCo en Argentina o Las yeguas del Apocalipsis en Chile otra vez. Otro fue, también, la precariedad de los medios de producción y distribución: carteles y revistas de pobre manufactura, puro valor de uso y cero valor de cambio. Pero ese cuerpo que pierde la forma humana al que alude el título no es sólo el deformado por el dolor, también es el transformado por la desobediencia a las convenciones sobre el decoro y la sexualidad.



El que muestran las fotografías de Gianni Mestichelli, que parodian orgías pero también pilas de cadáveres. O el del movimiento de Arte Porno brasileño. En pocas ocasiones como ésta el cuerpo desnudo es una tan indudable bandera de vida y libertad. Las últimas salas están dedicadas a lo que podríamos llamar "la escena underground", propuestas teatrales y cinematográficas cuya carga surrealista era también una forma de luchar contra la realidad. En fin, un abrumador surtido de ejemplos de cómo los recursos del arte pueden contribuir a transformar la sociedad. Lo que logran en la calle, no en las galerías. Y sólo ya como parte de la historia entran en el Museo.