Vista de la exposición
Microcosmos, pintura cósmica, espacialismo, evocación infinita de ese mundo galáctico que desde siempre ha fascinado a Felicidad Moreno, cuyas obras vemos ahora en Madrid. Una exposición que supone una buena síntesis plástica de sus recientes inquietudes creativas y muestran el interés de la artista por la permanencia indiscutible de la pintura-pintura.
En primer lugar, porque estas obras de Moreno confirman lo que ya se intuía: la suya es una trayectoria no lineal, en la que da vueltas en torno a unas constantes plásticas. Estos cuadros enlazan con obras ya antiguas, de la segunda mitad de los 80, protagonizadas por formas circulares y el negro. Los círculos son ahora huellas, realizadas con el extremo del rodillo en una operación que deja un controlado margen al azar y traslada a la tela de una manera transparente (más evidente aún en la segunda serie, en la que dirige el dripping del esmalte) una coreografía corporal, una relación entre la artista y la obra en la que entran en juego propiedades físicas elementales como fuerza, masa y gravedad. El campo sobre el que se despliegan es una base geométrica que es progresivamente destruida.
El "dar vueltas", que nos sitúa en un ámbito nocturno, se vincula a la trayectoria de la artista también en su fijación con el giro, el remolino, el maelstrom que succiona la mirada. En los últimos cuadros esa fuerza se hace orbital, en configuraciones cósmicas. Como apuntaba antes, el intento es el de incluir la luz y el movimiento. El movimiento está en la dinámica giratoria de las composiciones; en cuanto a la luz, mientras que en alguna ocasión Moreno utilizó luces reales, fluorescentes, ahora el blanco funciona como puro destello, como resplandor que tiene algo de incandescencia eléctrica. Consumidos por el fuego.
En algunos de los cuadros vemos algo de color pero en la mayoría de ellos estaba ya allí. Palíndromo... y palimpsesto. Felicidad Moreno suele reutilizar lienzos con obras fallidas (su método implica un índice de fracaso nada desdeñable) y deja que algunas áreas se transparenten. Es otra manera de volver, de dar vueltas, sobre sus propios pasos, algo que necesita hacer para no perder el camino, para saber cuándo debe comenzar una nueva serie y desde qué lugar debe arrancar una nueva experimentación.
En cada conjunto de obras hay una secuencialidad (menos perceptible en el montaje) y un lenguaje cifrado, estelar o microbiológico, que se comunica por pulsos (los destellos circulares) y por diagramas (las "curvas" de los drippings). Atentos a esos mudos y azarosos mensajes.