Jesús Rafael Soto: Pre-Penetrable, 1957
La amistad venía de lejos, aunque hace sólo unos meses que se incorporó a la nueva Fundación del Reina Sofía. Ahora, Patricia Phelps Cisneros presenta una completa exposición de su colección. Un repaso por las prácticas artísticas latinoamericanas de 1940 a 1970. Atención: provoca emoción.
La invención concreta es la primera exposición que depara el acuerdo alcanzado entre el Museo Reina Sofía y la Fundación Patricia Phelps de Cisneros, pero no su primer fruto, pues ya en marzo del año pasado, tuvo lugar el seminario Repensar los modernismos latinoamericanos: flujos y desbordamientos, con el objetivo de conformar el sustrato crítico que alimentaría esta muestra, un método de trabajo fértil y adecuado seguido por el museo en otras muestras, como la recién clausurada Encuentros con los años 30.
Vista de la exposición. Foto: Joaquín Cortés/Román Lores
Además de todo ello, es la ocasión de demostrar el posible alcance de la Fundación Museo Reina Sofía, constituida en noviembre de 2012, y hacer una exposición con obras de una sola colección para abrir una doble reflexión: ¿De qué modo contribuye el coleccionismo a la elaboración de discursos pertinentes en el ámbito histórico? Y, ¿qué horizonte, hasta ahora visto de una manera lineal y hegemónica, puede divisarse en el arte latinoamericano a través de esta amplísima y notable colección?
Una respuesta es la importancia concedida a los movimientos y corrientes de la abstracción geométrica en el arte latinoamericano, tanto en la Modernidad como en el debate posvanguardista. Una hegemonía creativa que, quizás, no tuvo equivalente en el desarrollo de esas mismas corrientes en Europa y Norteamérica, por más que en lugares igualmente periféricos, como España, desempeñasen un papel igualmente crucial y aproximadamente en tre los mismos años, aquí desde finales de los 50 a los años 70.
El subtítulo del catálogo indica ya el carácter de la publicación y de la muestra que lo justifica, Reflexiones en torno a la abstracción geométrica latinoamericana y sus legados, del que señalaría los términos "reflexiones", porque lo que se nos propone aquí es un nuevo marco de pensamiento y "legados", ya que las conclusiones no son unilaterales, sino que se extienden hacia ramas tanto estéticas como políticas.
Vista de la exposición. Foto: Joaquín Cortés/Román Lores
Una serie de rasgos destacan en las propuestas que hace el catálogo, especialmente en los textos del comisario Gabriel Pérez Barreiro y de Olga Fernández López, a los que se suman otros, más específicos, como el de Txomin Badiola sobre Jorge Oteiza. Olga Fernández López hace un amplio estudio de las simetrías y anacronismos que permiten una dilucidación mejor de las interpretaciones hechas hasta la fecha del movimiento moderno, de las diferencias de óptica al respecto entre Europa y Latinoamérica y de los equívocos y contradicciones generados por la visión poscolonial, tanto fuera como en la propia Latinoamérica. Como si fuese una advertencia tan general como conveniente. Por otro lado, el otro comisario, Gabriel Pérez, junto al director del museo, explicita los porqués de ofrecer una lectura distinta a la hasta ahora canónica, subdividida en tendencias desarrolladas por países (de la que serían dos magníficos ejemplo las exposiciones La geometría de la esperanza, con obras de la propia Colección Cisneros y América fría, en la Fundación Juan March, en 2011, también con la colaboración y obras de la colección), por otra que rompe cronologías y fronteras, que ubica las obras en razón de sí mismas, de sus confluencias y disonancias y de lo que de ellas se genera, a la vez que desplaza a los artistas por distintas secciones para mostrar tanto su evolución como sus contradicciones.
El resultado, es una muestra en la que el peso está en la potencia estética tanto de las obras individuales como de los conjuntos que se han reunido, mientras se establece un ritmo para la contemplación, alternando salas colectivas y espacios dedicados al despliegue de piezas de un solo artista. Es una exposición ciertamente bella, plagada de destellos y que conduce, naturalmente, a un momento en que los artistas le piden al arte dar un paso más hacia la vida, hasta un punto en que esa actitud se convierte en la pura acción. El recorrido se organiza a través de cinco grandes temas, que responden a ideas generales, como Geometría o Diálogo, a características diferenciales del arte latinoamericano, como Universalismo o Vibración, o a inversiones de tópicos como la Ilusión, en referencia sesgada al realismo mágico en que se encuadra, según los tópicos, la creación latinoamericana.
Cada una de esas salas generales está seguida de otra individual dedicada a cinco nombres mayores, Jesús Rafael Soto, Gego, Cildo Meireles, Alejandro Otero y Willis de Castro, los dos últimos casi desconocidos (o mal conocidos). Esencial para una comprensión cabal de la cartografía que rige la muestra y, también, del orden del discurso que se ha elaborado, son los cuadros sinópticos y las referencias históricas de la Sala Digital, inmediata al inicio de la exposición. Se acumulan, así, materiales informativos, los ensayos del catálogo, la aplicación que se ha creado para iPad y iPhone, y una página web que permiten acceder a otros textos y vídeos que posibilitan una manera documentada de cumplir el recorrido de la exposición, así como su difusión en las redes sociales.
La exposición se abre y cierra, tras un periplo circular, en una misma sala en la que se convocan piezas de algunos de los artistas más importantes y más representados en los varios capítulos que ofrece el recorrido. Una geometría, de Waldemar Cordeiro, pionero brasileño del arte por computador; la ilusión formal de Geraldo de Barros, también interesantísimo fotógrafo; la vibración del gran muro del venezolano Carlos Cruz-Díez; un Relevo espacial de Hélio Oiticica en diálogo con Lygia Clark, y el célebre y universalista Construcción en blanco y negro, de Joaquín Torres García, fechado en 1938. Se certifica, pues, un modo de mirar las obras y de agruparlas para que deparen nuevos sentidos, sensaciones inesperadas, para así trazar un nuevo panorama.
Vista de la exposición. Foto: Joaquín Cortés/Román Lores
El contenido de una sala sirve para describir el método seguido. En Geometría se agrupan las diferentes invenciones generadas en los artistas latinoamericanos bajo la influencia de tres artistas europeos: Piet Mondrian, Josef Albers y Max Bill. Ahora ya no importa si son argentinos, brasileños, colombianos o venezolanos, ni siquiera las fechas de realización de las obras, sino lo que se decanta de un uso diferente del color, no reducido a los colores fundamentales (como informa el catálogo, muchos de los artistas sólo vieron reproducciones en blanco y negro de las obras de Mondrian), sino con la incorporación de verdes, anaranjados, violetas... También vemos la ruptura de la ortogonalidad mondrianesca, el cuadrado de Albers o las cuadrículas de Max Bill; también del borde y marco del cuadro, la búsqueda quizás de un nuevo dinamismo. Las ideas que prevalecen en los europeos las tuvieron los americanos y la riqueza de sus creaciones procedía de un doble origen, influencia e invención. Basta con disfrutar del cuadro de César Paternosto, de superficie totalmente blanca y colores azules y violetas en los costados, El orden oculto para certificarlo.
Encontramos, además, y en una exposición siempre es importante, momentos de sugerencias más que excitables, como la sala con los "bichos" y el Libro de la creación, de Lygia Clark; la dedicada a la Ilusión, con las piezas de Franz Weissmann y Luiz Scilotto, o las magníficas individualidades de Gego y de Willis de Castro.