Vista de Laocoonte salvaje, 2010/11

Àngels Galería. Fortuny, 27. Barcelona. Hasta el 1 de marzo. De 605 a 157.300 E.

La exposición reúne series fotográficas iniciadas en 2005 que consisten en diversas observaciones sobre el campo cultural, entendido y presentado como resultado de la intersección del arte, la política, la economía y la historia. Es la primera exposición de Jorge Ribalta en Barcelona desde 1998.

La fotografía ha inventado la imagen del mundo, algo incuestionable si nos referimos a la tecnología digital, que recrea y construye el espectáculo de la vida. Pero, también, a la fotografía analógica, asociada en sus orígenes a la reproducción objetiva y literal de las apariencias. Siempre se ha sustentado sobre un estatuto ambiguo: se concibe como captación mecánica (huella, duplicado, registro) y se relaciona con la ficción y la ilusión. La fotografía inventa el mundo porque no es una cuestión exclusivamente de tecnología sino, sobre todo, de convenciones y usos que nos hace pensarla como recreación. Una dimensión que, a menudo, pasa desapercibida y que está latente entre sus múltiples pliegues. Precisamente, en este sentido, se ha hablado también de una suerte de "inconsciente fotográfico".



Éste parece ser el punto clave de esta exposición, la primera individual de este artista en Barcelona desde 1998: tomar consciencia de la retórica y la convención, de lo artificial y lo inventado, aspectos que conviven con ese otro tan real de la fotografía. Jorge Ribalta (Barcelona, 1963) desarrolla una labor de deconstrucción de los modelos de representación que han sido hegemónicos en la fotografía documental. Por un lado, se siente solidario con esta tradición, ya que es una manera de explorar el mundo, pero aporta una contraimagen que ambiciona romper con los estereotipos y códigos al uso.





Detalle de Laocoonte salvaje, 2010/11



El mismo Ribalta ha explicado que su trabajo se ha centrado en la representación de la cultura. En la exposición, la serie más extensa, titulada Laocoonte salvaje (2010/11), gira en torno al flamenco. Desmarcándose de los estereotipos, Ribalta explora aspectos hasta ahora inéditos: aparte de peñas, tablaos, bailadoes, como es típico y tópico, se aproxima a instituciones, tiendas y archivos, con un punto de vista diferente.



La imagen que Ribalta construye en relación al flamenco resulta interesante porque amplía, de alguna manera, nuestra percepción que, al mismo tiempo, resulta profundamente extraña. No sé qué sucedería si preguntáramos a alguno de sus protagonistas. Acaso éstos sintieran como si alguien les hubiera robado el alma, porque Ribalta ha vaciado todo heroísmo, todo duende la imagen del flamenco. Se queda simplemente con lo raro. La fotografía se expresa, entonces, descarnada, sin retórica, vaciada... O, tal vez, se tendría que hablar de otro tipo de retórica, aquella que deviene de romper la norma. Las diversas series que presenta, especialmente esta del flamenco, se exhiben a modo de mosaico en una lógica expositiva que podría extenderse al infinito. Sin duda, hay aquí una referencia al fotógrafo August Sander, pero también son posibles otras lecturas. Estas fotografías son intercambiables y, en cierto modo, anónimas, perdidas en un océano de significados, aspecto que reafirma aún más aquella idea de imagen sin alma.



No tengo la menor duda del trabajo de Jorge Ribalta, pero le propondría un reto: que se aproximara al arte contemporáneo con la misma actitud que trata el flamenco. Él mismo, además de fotógrafo, ha ocupado puestos de responsabilidad en centros de arte y conoce bien sus interioridades. Seguro que aportaría una visión singular.