Vista de la exposición en Rafael Ortiz
Desde entonces, estas mismas reinterpretaciones de la Naturaleza a las que vuelve una y otra vez, han ido evolucionando y ganando en complejidad. Las veladuras sutiles de sus primeros blancos, más lechosos y transparentes, se han transformado ahora en dinámicas texturas lo que antes eran puntuales destellos cromáticos, aparecen ahora como potentes borbotones. El lienzo ha progresado hasta convertirse en una superficie más vibrante capaz de acumular mayor nivel de matices y movimiento, una suma de factores que posibilitan que esta última muestra que Munuera presenta en la galería Rafael Ortiz con el nombre de In the mood for landscape (2012) pueda entenderse como el culmen de un largo proceso de maduración.
Proveniente de la abstracción pura y poseedor de un exquisito dominio del lenguaje, la morfología de las montañas no debe interpretarse en su trabajo como una sublimación romántica. El protagonismo sigue recayendo sobre la propia pintura, que acude a elementos reconocibles sacados de la realidad para fijar una estructura y establecer un punto de arranque, una configuración inicial que ordena de manera natural la composición. A partir de aquí se adentra con profusión en cada detalle buscando la suntuosidad del gesto, gustoso en cada trazo y especialmente en las zonas blanquecinas de la nieve, que reunen en muy poco espacio infinidad de gradaciones. Los cambios en las zonas de color son más significativos, predominando los naranjas y una cierta fluorescencia, un cambio hacia cuadros más turbulentos que se debe a la influencia de artistas como Peter Doig o Howard Hodgkin -que parten también de motivos figurativos para construir imágenes de incertidumbre- y a una vivencia personal generada a partir de sus largas temporadas en Berlín, ciudad en la que tiene estudio. Sumido en la brumosa luz del norte de Alemania, apagada y mortecina, estos llamativos flujos nacen de manera espontánea como una forma de avivar la atmósfera homogénea de la obra.
Aunque estos trabajos últimos de Nico Munuera parecen alejarse de su etapa anterior porque su aspecto final es distinto, debemos valorarlos como una evolución lógica de una misma idea que ha permanecido invariable en su trayectoria, un concepto de fondo y no de superficie que gira, invariable, en torno a las posibilidades de la pintura como argumento.