Sin título, 1968
Los científicos locos pueden ser peligrosos para la humanidad o para ellos mismos pero de vez en cuando sale alguno que deslumbra al campo artístico; esta exposición, que les recomiendo mucho, presenta los bellísimos resultados de un experimento pseudocientífico poco conocido.
El mexicano Armando Salas Portugal (Monterrey, 1916 - México D.F., 1995) se había hecho famoso como fotógrafo de paisaje, sitios arqueológicos y arquitectura: le debemos las más expresivas fotografías del gran arquitecto Luis Barragán, reunidas en un archivo que compró a su muerte la Fundación Vitra. A mediados de los 60, según cuenta su esposa, el médico Philipp M. Chancellor, más conocido por su práctica de la terapia con "flores de Bach", contactó con él para que, como profesional, atestiguara ante notario la veracidad de la fotografía sin cámara.
Le puso al tanto de las teorías de la radiónica (curación mediante frecuencias y vibraciones) y quisieron demostrar que las personas emiten algún tipo de energía capaz de dejar una huella luminosa en una placa con alta sensibilidad. En 1968 Salas Portugal publicó un libro,
Fotografía del pensamiento?, en el que no se atreve a asegurar qué es lo que ocurre cuando "expone" una placa a la irradiación psíquica ("onda actínica", dice también), pero transmite con convencimiento su experiencia. El texto con que presenta estos experimentos tiende al misticismo y hasta al esoterismo; no sabemos si hubo truco, accidente o algún fenómeno físico que la ciencia no ha explicado aún. Lo cierto es que,
entre 1967 y 1971, produjo con testigos cientos de fotografías abstractas, las más ricas de las cuales muestran ondulaciones y manchas que hacen pensar en el humo o el fuego.
Para hacerlas, pedía a quienes colaboraron con él (hubo artistas y científicos) que se concentraran en determinados estímulos que les proponía: a menudo piezas musicales, pero también el canto del gallo, la selva, el Trópico de Cáncer o los misterios mayas. Ponía a su lado (a veces la tocaban) una cajita perfectamente sellada que contenía un negativo, en sesiones de unos 20 minutos. Al revelarlo podía no salir nada... o una maravillosa imagen.
Estas obras de Salas Portugal se inscriben en la historia de la efluviografía o captación fotográfica, sin cámara, de las emanaciones, auras o fluidos de elementos naturales o personas. Karl von Reichenbach, Hippolyte Baraduc, Louis Darget o Adrien Guébhard trabajaron sobre estas premisas en el siglo XIX, aunque siempre poniendo en contacto directo al emisor con la placa; más recientemente han seguido sus huellas los Kirlian o Ted Serios. Ninguno de ellos produjo fotografías tan espectaculares como las de Salas, que a lo que más se parecen es a algunas obras de Raoul Ubac o, en otro medio, a ciertas decalcomanías de Óscar Domínguez o Yves Tanguy.
Un aire surrealista tienen, desde luego. No hay, claro, ningún "pensamiento" reconocible en ellas y sea cual sea la fuente de la luz que impresiona el negativo, o el proceso químico que las hace surgir en el revelado, son imágenes fruto del azar, provocadas por alguien que tenía un gran control sobre los procesos fotográficos. No en vano estudió química en la Universidad de California.
Salas trabajó sobre todo en blanco y negro, pero usó también negativos en color, con resultados brillantes. Hizo copias en papel de algunos de ellos, hoy difíciles de encontrar: la exposición incluye cinco de estos
vintages, y las últimas copias existentes del foto-libro de 1968. La Fundación Salas Portugal, que gestionan su esposa y sus hijos, ha autorizado a Freijo Fine Art para editar algunas de las fotografías, seleccionadas por ellos, en copias realizadas por Castro Prieto.