Goya: Modo de volar. ca. 1815

Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 12 de enero.

Integrada por una selección de cerca de 200 dibujos, grabados, fotografías, libros y revistas, que abarca desde el medievo tardío hasta principios del siglo XX, 'Surrealistas antes del Surrealismo' es la gran exposición de este otoño en la Fundación Juan March. Vemos a muchos de los precursores del conocido movimiento de vanguardia al que el Museo Thyssen de Madrid dedica también, una amplia exposición bajo el título de 'El surrealismo y el sueño'.

Señalaba antes el carácter anómalo del surrealismo en relación al canon modernista. Habría que decir que lo es también respecto del comportamiento típico de las vanguardias. Este consistía en erigirse sobre el arte del pasado, que previamente habían destruido; es sabido que los futuristas proponían quemar los museos y las bibliotecas, y que los dadaístas abjuraban del arte en general, como representación máxima de una sociedad que les parecía podrida e insensata. Pues bien, una peculiaridad (más) del surrealismo fue su voluntariosa búsqueda de antecedentes, como si más que crear un movimiento Breton y sus correligionarios no hubieran hecho sino condensar un espíritu que impregnaba el arte europeo desde hacía varios siglos. Este rasgo lo identificó certeramente Alfred H. Barr, quien fuera el primer director del MoMA, cuando en 1936 organizó la célebre exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism.



En ella tuvo el atrevimiento de confrontar obras de artistas del siglo XX pertenecientes a estos dos últimos movimientos con artistas del pasado, de un pasado tan remoto como el siglo XV. Y este es el espíritu que guía esta muestra, comisariada por Manuel Fontán del Junco, director de Exposiciones de la Fundación Juan March y por Yasmin Doosry, directora del Gabinete de Obra Grafica del Germanisches Nationalmuseum de Nuremberg. Es, por cierto, de sus magníficos fondos, de donde procede buena parte de las obras aquí presentadas.



Lo supo Borges: toda obra de arte no solo ejerce influencia en el futuro, también modifica el pasado, porque su aparición produce inmediatamente precedentes. Y si esto ocurre de forma general, aún más en el caso del surrealismo. Tanto es así que Breton puso en marcha una Oficina de Investigaciones Surrealistas dedicada a identificar "todas las obras aparecidas hasta la fecha en cuya composición haya alguna traza de lo maravilloso". La búsqueda de referencias en el pasado está en el mismo inicio del movimiento: la célebre frase utilizada para caracterizar el azar que debía gobernar sus creaciones, "bella como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección" está tomada del libro del Conde de Lautreamont, Los Cantos de Maldoror, aparecido medio siglo antes.



Así pues y aunque contiene algunas obras del surrealismo histórico, esta no es una exposición del surrealismo, sino de su árbol genealógico. En ella se ha reunido un amplio y variado conjunto de lo que podríamos llamar antecedentes, entre ellos obras de aquellos artistas que eligieron pintar, dibujar o fotografiar no lo que veían con los ojos de la cara sino con los de la mente. La exposición se ha estructurado en once apartados: 1. El ojo interior. 2. Espacios mágicos. 3. Perspectivas cambiantes. 4. Figuras compuestas. 5. El ser humano construido. 6. El (des)orden de las cosas. 7. El Capriccio. 8. Metamorfosis de la naturaleza. 9. Fantasmagorías. 10. Las sombras de las sombras. 11. Sueños diurnos-pensamientos nocturnos. Estos apartdos ordenan una selección de cerca de 200 dibujos, grabados, fotografías, libros y revistas, que abarca desde el medievo tardío hasta el surrealismo peropiamente dicho.





Max Ernst: La rueda de la luz, 1926 (detalle)



Ahora bien, debemos tener en cuenta que este juego de ecos formales, en ocasiones de asombrosa similitud, no encierra necesariamente una semejanza de significado. El parecido puede ser más técnico que psicológico. La 'retroactividad' del Surrealismo de la que habla Juan José Lahuerta en el catálogo es entonces pura apariencia y no implica en absoluto una continuidad de intereses ni de intenciones. Es el caso de las figuritas de Bracelli o los emblemas de Goltzius. Otras veces, sin embargo, podemos hablar de una auténtica 'prehistoria de la modernidad' y en particular del Surrealismo. De precedentes intelectuales y no sólo formales. Es destacadamente el caso de Goya y también el de William Blake.



La muestra, guiada como está por sólidos criterios científicos, acaba por parecernos una maravillosa "cámara de las maravillas". Y esto porque junto con obras de Arcimboldo, Hans Bandung Grien, El Bosco, Alberto Durero, Piranesi, Max Klinger, Alfred Kubin, Paul Klee, Hannah Höch o Victor Hugo encontramos también impresos que proceden de las ciencias naturales, de la religión o de la geometría, junto con artilugios de óptica y cartelones de recóndita funcionalidad. En fin, se pasaría uno horas mirando los detalles. Todo ello se nos muestra en unas salas con muy baja iluminación, como es obligado en una exposición de papel. Y donde un techo "blando" contribuye a la extrañeza, y evoca, por cierto, el ambiente de una de las primeras exposiciones surrealistas, en la que los visitantes tenían que guiarse con linternas.



Lo hasta aquí descrito ha sido el contenido de esta muestra en su primera presentación, en el museo de Nuremberg. Para la sede española se ha añadido otro apartado, completamente autónomo y que podría ser una miniexposición en sí misma. Consiste en una recopilación de documentos, relativos a las varias exposiciones surrealistas o sobre el surrealismo. Como se ve, tanto Fontán Junco como Doosry han desarrollado sus pesquisas en todas direcciones. De estar Breton en activo, no me cabe duda de que les habría ofrecido un puesto en su Oficina.