Vista de la instalación Desvelo y traza, en Matadero Madrid
Sara Ramo (Madrid, 1975) ha preparado la cámara frigorífica de Matadero para convertirla en un teatro de apariciones, y quizá sea este su mejor proyecto hasta la fecha. Los visitantes, que entrarán en pequeños grupos y deberán permanecer completamente a oscuras, sentados en unas cómodas butacas durante veinte minutos, vivirán una experiencia perceptiva inédita de la que no les puedo dar detalles, pues atentaría contra su fundamento: la incertidumbre. Pero sí puedo ofrecerles algunas referencias. A finales del siglo XVIII se pusieron de rabiosa moda las "fantasmagorías", espectáculos de terror cuyo maestro fue Étienne-Gaspard Robertson, aeronauta y showman que utilizaba para sus danzas de imágenes proyectadas escenarios a veces tan siniestros como la cripta de un convento abandonado en París.La privación de la luz es prescriptiva para cualquier forma de proyección -aunque los avances tecnológicos hayan rebajado esa exigencia- pero además lleva asociados valores morales y simbólicos de los que no nos hemos olvidado: es una forma de tortura que sigue en boga, un castigo, y, en sistemas religiosos/sociales como el masónico, forma parte de los rituales de iniciación, como paso previo a la iluminación. Lux ex tenebris. La pintura nació en la profundidad de las cavernas, donde la oscilación de las luces de las antorchas animaba las representaciones, y el arte contemporáneo ha explorado, tímidamente, la visión en la oscuridad. Recordemos solo los dark spaces que James Turrell comenzó a hacer a mediados de los ochenta -en cuyo funcionamiento se basa Sara Ramo- o, mucho más reciente, la performance dirigida por Tino Sehgal en Documenta 13, This Variation, que explotaba la probada agudización de otros sentidos a través de la ceguera temporal que nos imponía, además de abundar en las revelaciones que trae la adaptación del ojo a las tinieblas.
La artista madrileña/brasileña, que tiene ahora otro proyecto en el EAC de Uruguay y prepara la "traducción" de este de Matadero a La Panera en Lérida -será en octubre-, había ya experimentado con este tipo de intervenciones en la Fundação Eva Klabin de Río de Janeiro, en la que ocupó la hermética habitación en la que dormía, siempre de día, la dueña de la casa-museo. Las alucinaciones hipnagógicas que preceden al sueño y la fantasía que se desata en la oscuridad están también en la base de esta instalación. La oscuridad nos desposee de referencias espaciales e, incluso cuando conseguimos ver algo, omite mucha información sobre lo vislumbrado: de noche todos los gatos son pardos. Y ¿qué veremos en Abierto x Obras? Dependerá de cada cual: cada ojo responde de manera diferente y, sobre todo, cada cerebro completa la carencia de datos y "proyecta" una interpretación diversa. Como en un test de Rorschach. Para evitar decepciones, les advierto que, a no ser que hagan trampa -y habrá un vigilante para impedirlo-, saldrán de la sala sin alcanzar ninguna certeza. Así lo ha querido la artista... una opción tan válida como la de dejar que descubramos la tramoya. No hay, por tanto, "Iluminación": lo que obtenemos es esa conciencia que Turrell definía como seeing myself see, la placentera picazón de la curiosidad y un asombro similar al que experimentamos cuando esperamos pacientemente en la noche para contemplar las estrellas. Yo sí pude ver si hay algo o no hay nada. A quienes conocen su trabajo anterior -les animo a que lo hagan- les diré tan sólo que también aquí juega algún papel el entorno objetual más cotidiano.