Que veinte años no son nada
El arte de nuestro tiempo
9 enero, 2015 01:00El Anatsui: Piel de la tierra, 2007
Ya sé que resulta muy "viejuno", pero es que la letra que Alfredo Le Pera escribió para el conocido tango de Gardel viene que ni hecha a la medida: sentir que es un soplo la vida/ que veinte años no es nada. El arte de nuestro tiempo, la exposición que ocupa en su práctica totalidad el espacio del Guggenheim es como un reencuentro con viejos conocidos. Con la frente marchita y las sienes plateadas por las nieves del tiempo, uno vuelve a encontrarse con los cuadros que nos sorprendieron, nos asombraron, sobre todo por su presencia en una ciudad decaída que buscaba salir del pozo de su pasado industrial. Así que el verdadero tema de la exposición son estos veinte años. Se nos ha pasado el asombro, el museo se ha integrado en la ciudad y se produce un curioso efecto. El hábito, creado durante todos estos años, de poder contemplar piezas excepcionales de la historia del arte moderno que hace que tenerlas de nuevo resulte algo "normal".La exposición es la suma de tres relatos: el de la evolución del arte occidental en los últimos cien años, el de la constitución de los museos Guggenheim, y el de la constitución de la colección del museo bilbaíno, financiada con las aportaciones de las instituciones vascas, públicas y privadas, bajo la dirección de la fundación neoyorquina, lo cual sigue siendo el punto más espinoso de toda esta historia.
Mural de Sol Lewitt, de 1997
Otras piezas, en cambio, han vuelto a su lugar original, como las pinturas de Anselm Kiefer en la segunda planta, que durante varios años, tras su primera exhibición, estuvieron almacenadas tras una falsa pared en la misma sala, ante la dificultad que plantea siempre su traslado. El único cambio es que ahora comparten espacio con el Rayo iluminando un venado de Beuys.
Como final del recorrido, en la primera planta se ha habilitado una sala donde se muestran las piezas más recientes, las de autores que ya no pertenecen al ámbito de la cultura euroamericana y las adquisiciones hechas para la nueva joya de la corona Guggenheim: su futuro museo de Abu Dabi, donde destaca Piel de la tierra, 2007, el monumental tapiz del ghanés El Anatsui, hecho de capuchones de botellas unidos con alambre de cobre. Una delicia.