Simplicidad cromática en Blue Water, 2015
Aunque Anne-Lise Coste (Marignane, Francia, 1973) no es una total desconocida en Madrid, ya que la hemos visto en colectivas como Arte. Dos puntos, organizada en CaixaForum en 2013 y en Doméstico de 2008, esta exposición, titulada Blue Water, es realmente su primera individual en Madrid.Formada en Marsella, Coste se trasladó muy pronto a Suiza, donde continuó su formación artística, y ha desarrollado buena parte de su carrera en Berlín y Nueva York. Hoy vive en Orthoux, una minúscula aldea en la región de Languedoc, alejada del trajín urbano y del medio artístico. Sus estancias temporales en distintos hospitales siendo niña, a causa del asma, es uno de los rasgos biográficos influyente en su trabajo, a él le dedicó, en 2010, la serie There, un numeroso conjunto de dibujos de frías arquitecturas geométricas realizados en un periodo de cinco días..
El dibujo y el grafiti son los principales instrumentos esgrimidos en su quehacer, en el que intervienen, también, las acciones y las instalaciones, destacando en éstas un singular entendimiento de la escultura, que la lleva a la construcción de estructuras extremadamente frágiles elaboradas con maderas o pequeños palos, que asienta muchas veces sobre piezas de mobiliario, preferentemente sillas. Con sus dibujos reflexiona sobre el sentido de lo colectivo, social y político, así como sobre el paso del tiempo.
El color azul (con indudables antecedentes si pensamos a Picasso o Yves Klein) y las propiedades de fluidez y disolventes del agua, centran Blue Water, una exposición que resulta ser una perfecta síntesis de su universo de intereses, un lugar arqueológico de lo sentimental.
Cuatro grandes lienzos, dos de ellos dispuestos directamente sobre el suelo (como si quisiera señalar su distancia estética frente a los otros dos colgados), señalan opciones distintas. Realizados todos con aerógrafo, los primeros se componen de simples inscripciones, bien de los números de teléfono propio y del de un vecino, bien de la palabra "blue" y la firma de la artista. En los otros dos vemos un "colorido" homenaje a Fredéric Chopin y un juego perceptivo hecho únicamente mediante puntos y vacío. Unos botes de cristal con agua natural y teñida acompañan a los lienzos y componen una instalación aislada. Igual de aislada vemos, también, una humilde piedra pintada.
La aparente simplicidad de sus ideas queda puesta en cuestión por las perceptibles referencias que cabe vislumbrar, ya sea, la que yo creo ver a Ben Vautier a la hora de caligrafiar su letra, ya, más evidente, Morandi, en la deliciosa serie de dibujos que parafrasean sus bodegones. No olvidemos que es la misma Anne-Lise Coste que en 2012-2013 la emprendió con la iconografía del Guernica en una impresionante serie de dibujos.