Las frases se cortan y cambian de sentido en las nuevas obras de Itziar Okariz
En 1899, Sigmund Freud publicó La interpretación de los sueños. Era un texto en el que pretendía explicar esas historias, a veces absurdas, otras no tanto, que suceden mientras se duerme. Buscaba establecer un sistema que permitiera conocer el significado último de estos relatos que es necesario ordenar cuando se tienen que contar; a los que se debe dotar de un comienzo, un nudo y un desenlace para que tengan sentido. Este orden, este darles forma, ayuda además a que sean recordados. Se sueña siempre, aunque a veces es mejor olvidar, porque esos sueños, parecería leyendo a Freud, hablan del deseo que nunca se llega a cumplir, de la frustración de no poder realizarlo y del trauma que ha quedado pendiente de resolver.Resistirse a la interpretación, porque ésta impone límites que luego son difíciles de traspasar, ha sido siempre el punto del que parten las obras de Itizar Okariz (San Sebastián, 1965), una de nuestras artistas más interesantes y que ha resultado fundamental en el desarrollo de la performance en nuestro país en años recientes. En algunos de sus últimos trabajos se ha resistido también a la explicación de sus sueños. Es lo que está haciendo desde que hace tres años comenzara a llevar un diario en el que registra estas historias que sólo le suceden cuando está dormida; una particular autobiografía de lo no vivido, o de lo que se ha vivido de otra manera, que ha utilizado como material para sus acciones, como se puede comprobar en su segunda individual en la galería Moisés Pérez de Albéniz, la primera en su espacio de Madrid.
En las paredes de las salas se han instalado las transcripciones de 51 sueños, entre el dos de octubre y el veintiuno de noviembre de 2014. Son unas transcripciones particulares porque juegan con el lenguaje, ese que les da forma, quebrando de algún modo sus fronteras. Las palabras se omiten y se dejan huecos que se busca rellenar o se repiten una y otra vez, una y otra vez para construir ritmos. Las frases se cortan y cambian de significado o se empieza por lo que debería ser el final, invirtiendo lo que sería normal, lo que la norma impone. Lo que tendría que ser narrativa se convierte entonces en poesía, una poesía que tiene mucho de caligrama, de dibujo hecho con palabras.
"Sentido,/ el sentido,/ estructura, el sentido,/ (...) performance, la estructura, el sentido,/ (...) sobre la performance, la estructura, el sentido, (...)/ sobre el diario de sueños, sobre la performance, la estructura, el sentido", se puede leer en uno de los dibujos. Estas transcripciones son también partituras para acciones y sitúan al visitante, el espectador, el lector en el lugar del performer, del intérprete, del que reinterpreta esos textos que se resisten, porque en ocasiones la lengua se traba y resulta complicado leerlos.
Además, mientras dure la muestra, todos los días por la tarde, Okariz retransmitirá sus sueños desde el lugar en el que se encuentre, poniendo en acción aquello que en algún momento otros podrán leer. Sin embargo, y esto es lo que hace imposible la interpretación, hay algo que se escapa. La que huye es la propia autora, que se desvela y al mismo tiempo se esconde detrás de sus sueños, porque, como decía Oscar Wilde, un escritor que interesa mucho a Okariz, "lo mejor para ocultar un secreto es hacerlo público". Intenten descubrirlo.