Yoga. Base aérea de El Callao. Orquesta Piedra Azul, 2014
Es raro que, tratándose de uno de los artistas españoles con más tirón, la Galería Juana de Aizpuru haya dejado pasar seis años desde la última individual allí de Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970), en 2009. No le habíamos perdido del todo de vista porque en 2011 expuso en el CAC Málaga, en el ECAT de Toledo y en la Galería T20 de Murcia, y en 2012 hizo una instalación en Matadero, para Abierto x Obras. Pero parece que este año, sin abandonar sus proyectos en Europa, está "haciendo patria" no sólo aquí; también con una instalación en La Panera, Lérida, hasta el 24 de mayo, su actual participación en La isla utopía en la Casa de Velázquez y la retrospectiva que anuncia para el CA2M de Móstoles, en noviembre.Tiempo libre, dice, versa sobre "los momentos y estrategias de libertad del individuo en estructuras disciplinarias o de control" y el juego como "elemento transgresor, creador de sentido". En realidad, lo que ha hecho es buscar un hilo conductor, no demasiado firme, para tres proyectos muy diferentes en los que ha estado trabajando en los últimos años, uno de los cuales, el dedicado al Tank Man, ha tenido ya mucho recorrido. Hay divergencias en los argumentos, en el tono y en la materialización de los trabajos que impiden una integración efectiva.
El "ejército" de "soldaditos" de plástico (dispuestos a la manera de los guerreros de Xian) que rinden homenaje al anónimo héroe frente a los tanques de Tiananmen, adoptan un formato de juguete pero cuesta mucho encontrar en ellos el componente lúdico. Sánchez Castillo creó un prototipo de opositor chino combinando los escaneos de cuerpo entero de seis estudiantes de esa nacionalidad que viven en Madrid y lo ha repetido en diversos materiales y escalas: desde el monumento (5,16 m de altura, un centímetro menos que el David de Miguel Ángel, protagonista de otro desafío a la fuerza) a la miniatura, pasando por la versión hiperrealista a escala natural. Lo más interesante de este proyecto es que, como indica su título, es Made in China; el régimen ha borrado allí todo rastro de la masacre y el artista ha podido producir las 5.000 estatuillas (el número de las víctimas) sin que nadie haya reconocido su origen. Las ambiciones económicas del país han acallado las reivindicaciones políticas.
Souvenir es un archivo de fotografías, en su mayor parte de los años 30 y 40, que muestran a soldados jugando a la muerte. Tiene un gran interés iconográfico pero creo que Sánchez Castillo no ha dado con la forma de presentación adecuada. La ampliación de las fotografías escaneadas pretende "monumentalizar" esas a menudo macabras teatralizaciones y vemos en un vídeo que recoge una gran parte de la extensa colección cómo ha detectado en ella ciertas categorías o subgéneros (quizá podría haber mostrado los originales con esa ordenación) pero se echa en falta una mayor elaboración.
Más matices encontramos en el tercer proyecto Stone Soul Army, que sí transforma un "material" preexistente para imbuirle nuevos sentidos. Las Fuerzas Aéreas Peruanas contrataron a un prestigioso musicólogo, Abraham Padilla, para mejorar las capacidades de los integrantes de las bandas musicales de las bases de Las Palmas y El Callao. Ellos practicaban ya un tipo de música arcaico y popular, la percusión con piedras y huesos, y el artista les pidió que exploraran musicalmente el entorno militar, en y sobre aviones, helicópteros y misiles. La música anula el componente belicoso tanto en la quijada de burro, primer arma homicida (con la que Caín mató a Abel) e instrumento afroperuano, como en las piedras (volvemos a David y Goliat) y efectúa una especie de exorcismo al equipamiento de las bases. La intención es irónica y la necesaria colaboración del ejército introduce ambigüedad e incluso provoca malestar. El display vagamente militar de pantallas de vídeo está acompañado por piezas escultóricas en buena línea con trabajos anteriores.