Vista de la exposición en García Galería

García Galería. Dr. Fourquet, 8. Madrid. Hasta el 7 de noviembre. De 1.500 a 4.000€

Es la primera exposición individual de David Bestué (Barcelona, 1980) en Madrid, en un año en que, con sus exposiciones en La Capella de Barcelona y en CoMbO, en Córdoba, se consolida su fructuosa línea de trabajo individual, desde que hace tres se deshiciese su asociación artística con Marc Vives. Juntos habían explotado una exitosa fórmula: "acciones" que les buscaban las vueltas a nuestros entornos cotidianos a la vez que hacían humorísticas alusiones a la historia del arte, a las ciencias o a algunas convenciones sociales. Es destacable que Bestué haya renunciado al vídeo, el medio en el que se conformaron y difundieron la mayor parte de las obras del dúo, para retomar su inicial dedicación a la escultura; y que el componente accionista, dominante en aquellas performances y aún existente en algunos de sus nuevos trabajos, forme ahora parte del proceso de realización pero ya no de la obra final.



Si revisamos las obras de Bestué/Vives encontraremos mucha escultura, pero casi siempre efímera y, de alguna manera, instrumental, al servicio de un "guión". En solitario, Bestué se ha apoyado en sus investigaciones teóricas y plásticas sobre la arquitectura y la ingeniería modernas, recogidas en libros y exposiciones, para "cimentar" su propuesta escultórica.



Hay, sin embargo, otro ingrediente de base en la obra de estos últimos años, condensados aquí, que ya se reclamaba como esencial en su primera muestra personal tras la ruptura, en la galería Estrany-de la Mota de Barcelona: Piedras y poetas. La poesía está presente a veces en forma de cita indirecta, como cuando, en una fotografía expuesta en García Galería, muestra los componentes matéricos de una acción-homenaje a Lorca: el recorrido de los lugares más recurrentes en Poeta en Nueva York, a lo largo del cual ingirió fragmentos de ladrillo, vidrio, acero, cemento y granito. Pero otras veces, lo poético es ritmo y síntesis, como la efectuada al mostrar un sólo hueso de aceituna del olivo más viejo de España o al esparcir en una esquina polvo de la mezquita de Córdoba.



La exposición versa sobre España. No es tanto un análisis político o ideológico como una exploración de las relaciones entre determinadas imágenes o materias y la identidad histórica. Sigue habiendo aquí humor pero también densidad y poso, que se expresan en los creativos procesos que utiliza para materializar las obras y en la "acumulación de capas" físicas y semánticas. A Bestué le gusta esconder formas o materiales dentro de otras formas o materiales. Un ánfora de barro dentro de un plinto-cenicero de hierro, metal que también oculta sendas piedras del Cerro de los Ángeles y del Mulhacén. Quizá hay un recuerdo al "encofrado" constructivo y son una apelación a la imaginación para reconstruir lo que se omite a la vista. En una estrategia relacionada con ésta, lleva las ideas al límite de la visibilidad, como cuando proyecta sobre la pared, casi disimuladamente, unas limaduras de flechas romanas y medievales y de balas de las guerras de la Independencia y de la Guerra Civil. Los materiales conservan sus valores simbólicos, yuxtapuestos de maneras atípicas, como ocurre al insertar unas chinitas de El Escorial en una barra de resina transparente.



En esta exposición, en definitiva, Bestué hace un barrido por la historia de España basado en ausencias, ocultaciones, fragmentos y sucedáneos que pasa por los grandes acontecimientos y el gran patrimonio arquitectónico y natural pero también por su modesto revival en bares y hogares patrios.



@ElenaVozmediano