Detalle de las obras Nuevas lejanías 7, de 2014 y Nuevas lejanías 1, de 2015
Admiro en Soledad Sevilla (Valencia, 1944) que, al contrario de otros artistas que se adocenan rápidamente y que no saben evolucionar para seguir siendo contemporáneos -pertenecientes al tiempo en que se vive-, se mantenga artísticamente joven. Ni siquiera el Premio Nacional de Artes Plásticas (1993) acabó con ella. Entre finales de los 60 y principios de los 70 estuvo a la vanguardia de la abstracción y la computación, desarrollando a continuación un coherente trabajo de investigación plástica que ella misma ha resumido como Permutaciones y variaciones de una trama.Ese período, junto a dos de sus series de los años 80, Las Meninas y La Alhambra, basadas en la interacción de trama, color y espacio, ha sido revisada en la exposición que acaba de clausurarse en el Centro José Guerrero de Granada. En los 90 y hasta 2005 la artista ensayó diversas formas de pintura "lírica" en torno a un paisaje deshecho en luces y follaje a la vez que consolidaba una trayectoria no diré pionera pero sí temprana en el arte de la instalación en España, la faceta más destacable en su producción hasta esa fecha.
La pintura de Soledad Sevilla se reconstruye a partir de 2006 apuntalándose en las tablas de chopo con las que se levantan los secaderos de tabaco en la Vega de Granada. Se introdujeron en sus cuadros en la estupenda serie de Apóstoles de ese año y revistieron las paredes de la sala Naos en Santander (2010) y de la Galería Soledad Lorenzo (2012) -donde hizo nueve exposiciones- con la que probablemente sea su mejor obra, a la vez pictórica e instalativa: Retablo. Echando la vista atrás, desde un presente, repito, vivo, se percibe que en realidad ha estado siempre dándole vueltas a una cuestión plástica que para ella es también espiritual: la circulación del aire y de la luz a través de las rendijas de la materia. Y de las líneas o pinceladas de la pintura. Quizá por eso se ha quedado toda una década aprisionada entre las tablas y las esteras de los secaderos. Sobre ellas ha realizado varias series pictóricas, un conjunto de esculturas de papel y neopreno y hasta un libro con numerosas fotografías suyas, resultado del premio de la Fundación Arte y Mecenazgo (2014).
En esta exposición muestra su última serie de pinturas, Nuevas lejanías, complementada con algunos cuadros de años recientes sobre el mismo tema, las mallas de plástico que envuelven los secaderos, y un grupo de Arquitecturas agrícolas, esculturas de pared que pierden dinamismo aquí a causa del montaje. De las mallas, a Soledad Sevilla le interesa sobre todo la transformación sobre la visibilidad del paisaje que efectúa el menor o mayor alejamiento de los ojos respecto a ellas. Éste es también un argumento plástico recurrente en la artista, la mirada cercana y distante hacia muchas de sus obras descubre realidades paralelas, la de la estructura de elementos yuxtapuestos -líneas, hilos, hojas o, en la instalación que hizo en 2012 en el Palacio de Cristal del Retiro, signos ortográficos…- y la de la visión global en la que se genera el espacio. En los siglos en que el paisaje aún no era un género con pleno derecho, tratadistas y artistas se referían a él a menudo como "los lejos", aquello que aparecía al fondo de las figuras.
Para Soledad Sevilla el paisaje, ¿las lejanías?, ha estado siempre al alcance de la mano y al borde del ojo. Aún hay naturaleza en estos cuadros, apenas adivinable, ondulada por la urdimbre de los plásticos movidos por el aire que los atraviesa. La trama está compuesta por innumerables pinceladas paralelas, rendijas en las que se insinúan formas y luces. Son cuadros de gran calidad que no desdibujan lo conseguido en esta última etapa pero se echa de menos la dimensión instalativa anunciada en Retablo, a la que podría haberse acercado agrupándolos mejor, y su vigor cromático, ahora atenuado por los velos que nublan "las vistas".
@ElenaVozmediano