Detalle de Patio, 2014, de Thomas Demand
Un diálogo sobre la expansión de la fotografía. Es lo que propone la galería Helga de Alvear al reunir en una misma convocatoria a los artistas Thomas Demand (Múnich, 1964), uno de los más aplaudidos del panorama internacional y que ya vimos en este espacio en 2009, y a la también alemana Miriam Böhm (1972), que ha sido su ayudante durante años y que a su corta edad ya tiene varias obras en la colección del MoMA. Una exposición que deja entrever la importancia que ambos conceden al valor escultórico de la imagen.En los casi seis años transcurridos desde la exposición de Demand en Madrid, su sistema de trabajo apenas ha experimentado cambios. Todo se desencadena de la lectura del periódico, de imágenes que aparecen en televisión o de los sucesos relacionados con la política, lo social o lo cultural. En primer lugar, Demand reconstruye a tamaño natural, una maqueta en papel de la escena, lo que le permite obtener encuadres difíciles de conseguir en un espacio íntimo o, en otras palabras, obtener una "escultura válida" del rincón o perspectiva a fotografiar. Una vez obtenida la imagen, en general de grandes dimensiones, el artista destruye la instalación en papel, por lo que la fotografía se constituye en testimonio único, generalmente neutro, de lo que ha sido todo el desarrollo que va de la incitación a la pieza. La imagen es de una extraordinaria verosimilitud, aunque algo imperceptible avisa al espectador que lo que ve no es del todo real.
Por los argumentos de las imágenes distinguiría cuatro grupos de obras en la exposición. Entre las más políticas está Sign (2015) que reconstruye, en un gran panel pintado de blanco, la silueta de dos manos estrechándose del emblema de la Feria Mundial de Nueva York de 1939-40, con Europa en plena II Guerra Mundial, y que alentaba el consumismo como incentivo de la amistad entre los pueblos. Encargada al artista por el presidente de Albania, la fotografía ha acabado como símbolo en la sala de prensa en la que comparecieron Bujar Nishani y Angela Merkel, dos conservadores pasados por la experiencia comunista. Las obras de la serie Blossoms, también de este año, tal vez las más flojas de la exposición, revelan imágenes de cerezos en flor y juegan con la paradoja de la belleza existente allí donde pueden desencadenarse sucesos terribles, como las bombas de la maratón de Boston de 2013.
Otras dos obras, Hole (2013), y Patio (2014), proceden de noticias relacionadas con delincuentes, el agujero en el suelo por el que escaparon dos contrabandistas tejanos y el escondite, con su blanca silla de plástico, del irlandés-americano Whitey Bulger. Mi obra favorita, he de confesarlo, es Atelier (2014), un rincón del taller de Matisse en el Hotel Regina de Niza, con los restos de unos papeles de brillantes colores recortados sobre el suelo de tablas de madera. La imagen recoge la ausencia de la obra, hecha de sobras recortadas por Matisse y que permanecen invisibles. La acompaña Parkett (2014), de menores dimensiones, la oscura sombra de un árbol sobre el mismo suelo, un lugar para Matisse apenas sin color.
Miriam Böhm, por su parte, "construye" los elementos que integrarán sus fotografías, bien pliegues y dobleces del papel, que doblan o cortan la imagen, bien otras, como aquí en la serie Detail (2015), mediante un complejo juego de ubicación y dibujo. Una obra en blancos y grises delicadísima, mínima en cuanto a expresión, en las que la imagen se levanta como variaciones infinitas de unos mismos presupuestos y combinaciones, en las que intervienen la línea, el perfil, cierta ilusión de volumen o, más bien, de su simulacro. Son tomas que tienen algo de trampantojo.
Especial interés tiene, también, la concepción de estas obras y de las esculturas de la serie Mutual (2015), y pedestales que las sostienen. El conjunto juega con el espacio de la galería a la vez que provoca un nuevo espacio para la mirada, que altera la percepción y nos sitúa en un lugar ameno y sutilmente inquietante.