Image: Contra la nueva razón del mundo

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Exposiciones

Contra la nueva razón del mundo

Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo

4 noviembre, 2016 01:00

El cinetógrafo verde de Rodney Graham.

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 13 de marzo.

Comisariada por el propio director, Manuel Borja-Villel, la jefa de Colecciones, Rosario Peiró, y tres conservadoras del Museo Reina Sofía, Cristina Cámara, Beatriz Herráez y Lola Hinojosa, la exposición Ficciones y territorios reúne una selección de las adquisiciones de arte contemporáneo realizadas en la última década. No están todas las que el museo ha comprado, sino aquellas que mejor cuadran a una idea preconcebida, con la que no me es difícil estar de acuerdo: el feroz neoliberalismo que desde finales de la década de los años 90 del siglo XX hasta la actualidad se ha impuesto en una inmensa mayoría de países, incluido, claro, el nuestro.

El subtítulo de la exposición, Arte para pensar la nueva razón del mundo, toma los términos utilizados por los pensadores franceses Christian Laval y Pierre Dardot para caracterizar ese neoliberalismo en términos que van mucho más allá que la pura doctrina económica: "Para nosotros -afirmaban en una entrevista- el neoliberalismo es mucho más que un tipo de capitalismo. Es una forma de sociedad e, incluso, una forma de existencia. Lo que pone en juego es nuestra manera de vivir, las relaciones con los otros y la manera en que nos representamos a nosotros mismos. No sólo tenemos que vérnoslas con una doctrina ideológica y con una política económica, sino también con un verdadero proyecto de sociedad (en construcción) y una cierta fabricación del ser humano. ‘La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma', decía Margaret Thatcher".

El núcleo moral de la muestra (también su motor de resistencia) recoge cómo reaccionan los artistas ante ese proyecto de sociedad y esa factura humana. "Esta exposición presenta diversas respuestas que van desde una reterritorialización de las prácticas y discursos, entendiendo que el neoliberalismo impone un sistema totalizador global y desideologizado, hasta el uso de la ficción como ámbito de posibilidad para enunciar alternativas", dicen los organizadores.

Terminado el recorrido por los ocho capítulos que la componen, en cuyas salas prima la fotografía y la imagen en movimiento en cualquiera de sus formulaciones y duraciones temporales, vemos que hay, ciertamente, una clara toma de conciencia, que puede ser por afectación directa, ya que un conjunto notable de obras hace referencia a la situación española, como por comprensión de las circunstancias adversas en otros lugares. Una toma de conciencia que procede de ese modo de conocer que genera el arte y que responde a sorpresas, descubrimientos, razones y sensaciones que nunca se desarrollan de una forma lineal, sino excitando capas de nuestra sensibilidad y abriendo fronteras de un saber no regulado, sino subjetivo y variable.

La monumental instalación de Ibon Aramberri

Hay apartados especialmente convincentes, como la secuencia que lleva de la obra de Hans Haacke sobre un barrio del extrarradio madrileño, concebida para su exposición en el Museo Reina Sofía de hace unos años, a las explicaciones "históricas" sobre el folcklore español de Patricia Esquivias, pasando por el ensayo fotográfico sobre el Besós barcelonés de Patrick Faigenbaum, las imágenes urbanas de Juan Ugalde (uno de los dos cuadros incluidos en la exposición) y las fotografías de Manuel Laguillo del barrio madrileño de Lavapiés.

También hay piezas que nos asaltan por su potencia visual, como Analogue de Zoe Leonard, fotografías analógicas que recogen la transformación industrial de la ciudad de Nueva York entre 1998 y 2009, la obra de Ibon Aranberri y las películas del israelí Amos Gitai, la extraordinaria instalación fílmica de los portugueses João María Gusmão & Pedro Paiva, la serie de Jorge Ribalta sobre Carlos V o el vídeo Bilbao Song de Peter Friedl. Sin embargo, cuando llegamos a los capítulos más "artísticos", "La modernidad fuera de tiempo" y "Poética de lo diverso" hay un decaimiento, especialmente en el primero. Puede que, como dicen los comisarios, nos introduzcan en narrativas alternativas de la Modernidad o en rebuscadas revisiones del periodo colonial mediante prácticas que incluyen el cuerpo, pero las piezas que lo relatan, salvo las fotografías de Maruch Sántiz Gómez, fotógrafa indígena maya sin formación fotográfica, resultan decepcionantes. Así me lo parecen, entre otras, el móvil de Dorit Margreiter, las instalaciones de Armando Andrade Tudela y Leonor Antunes y la maqueta de Josiah McElheny.

En cualquier caso, aunque fuese sólo por contemplar el extraordinario palimpsesto de Libro para Manuel, de Néstor Sanmiguel, que reproduce la novela de Cortázar, y el aún más extraordinario El Cinematógrafo Verde I: fumador de pipa y lavabo que se desborda, de Rodney Graham, es obligado asomarse a esas salas.