Image: Rubén Ramos Balsa, arrugar el tiempo

Image: Rubén Ramos Balsa, arrugar el tiempo

Exposiciones

Rubén Ramos Balsa, arrugar el tiempo

El doble de la mitad

13 enero, 2017 01:00

Quabit, 2014

MAC Gas Natural Fenosa. Av. de Arteixo, 171. La Coruña. Hasta el 30 de abril

Contener el océano en un vaso de agua, rectificar la línea del horizonte, retar a Euclides, expandir el tiempo, aprehender el infinito o fotografiar lo invisible son algunos de los axiomas artísticos que formula Rubén Ramos Balsa (Santiago de Compostela, 1978) a lo largo de más de quince años de meteórica carrera y que ahora se recogen en esta exposición, o cómo lo ha denominado su comisario Juan de Nieves, en este laboratorio de ideas que se despliega hasta el mes de abril en el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa (MAC) en La Coruña.

El doble de la mitad supone una retrospectiva que diluye los elementos expositivos clásicos, donde una escultura es un ejercicio de física, un artefacto para la observación y una crítica a los preceptos científicos consensuados. Toda esta densidad conceptual supone un reto para el espectador, quien puede, además, dejarse llevar por la pulcritud de sus acabados, sea en sus fotografías, vídeos, esculturas o instalaciones. Setenta piezas que incluyen también el trabajo de sus mentores Juan Fernando de La Iglesia y Juan Loeck, escultores y profesores en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra y que evidencian el placer lúdico que Ramos Balsa encuentra en lo procesual y colaborativo.

El sólido corpus de ideas y piezas que podemos disfrutar en el MAC y que itinerará a Singapur, donde reside el artista, responde a un mínimo común denominador; sus obsesiones encauzadas como proyecto de investigación vital: el trinomio tiempo, instante y duración; la revisión mecanicista articulada desde la estética y la objeción de Ernst Mach a la ley de la palanca, una afirmación que suena críptica, pero que para el artista supone un leitmotiv en su cruzada para desmontar la mecánica clásica. El tiempo se arruga y se expande en piezas en las no parece suceder nada, como en las fotografías Dípticos de lo mismo, bodegones contemporáneos de composición mimética con la única diferencia de que uno está lleno de polvo y el otro limpio, y que lejos de representar el antes y el después, representan la acción como fuerza motriz ausente. O en su serie Días Solares, imágenes captadas con una cámara estenopeica con una exposición equivalente al recorrido solar que entienden la fotografía no como instante, sino como duración, obteniendo paisajes tostados de silueta abstracta casi pictóricos. Tampoco debemos obviar una de sus piezas icónicas, la instalación Soplar, cuya primera versión ya fue presentada en la 52ª Bienal de Venecia donde un niño haciendo burbujas en un vaso de agua se convierte en una metáfora sobre la causa-efecto y el paso de lo micro a lo macrocósmico.

Algo deben de influir sus orígenes gallegos para que el agua se convierta en uno de sus principales motivos, no el mar como evocación poética, sino su capacidad física para reducir la entropía ordenando las moléculas de caos a su alrededor. Así aparece en sus piezas más conocidas: La clase mar, una vídeoinstalación en la que el mar fluye por los pupitres de una antigua clase u Ontheedge of water (Horizonte de eventos), una microcámara en el borde de un vaso de agua que genera un horizonte, un límite entre lo conocido y lo desconocido, un trampantojo que no es más que la captura de esa tensión superficial.

@mariamarco_