Vista de la sala: Izquierda, Monocromo (amarillo), 2016; derecha, Círculo, 2017

Galería Juana de Aizpuru. Barquillo, 44. Madrid. Hasta el 18 de marzo. De 5.000 a 30.000 €

Todo el trabajo de Cristina Lucas (Jaén, 1973) se sustenta sobre una posición crítica frente a creencias heredadas y condicionamientos de la sociedad contemporánea. Declarada feminista, son muy conocidas en España y fuera de nuestro país sus obras en diversos medios (fotografía, vídeo, dibujo, performance, instalación) que abordan con sarcasmo e iconoclasia tópicos del patriarcado, desde los inicios de la Modernidad -con la fallida resolución de la Revolución francesa para el género femenino- hasta hoy.



Sin embargo, desde el principio, sus aceradas críticas se han dirigido también a otros temas. Ha construido diversas cartografías sobre el origen de las naciones y conflictos bélicos. Y respondiendo al ultraliberalismo que provocó la crisis económica para desencadenar el proceso de involución de derechos en Occidente, desde 2010 con el vídeo Europleasure International realizado para la Bienal de Liverpool, en el que se recreaba las revueltas obreras que llevaron a conseguir tales derechos, su producción ha tomado un rumbo de análisis socioeconómico. Hace dos años, en Madrid (Matadero), pero también en Galicia (CGAC) y Valladolid (Patio Herreriano) pudo verse su última gran propuesta, Es capital que, en conjunto, abordaba el final de la utopía del socialismo, absorbida por el fetichismo del imperio global del capital.



Siguiendo esta línea, preocupada por la adherencia emocional del capitalismo en la propia identidad de los sujetos, la actual propuesta aborda la omnipresencia e impacto publicitario de los logos de empresas multinacionales en nuestras vidas, auténticamente sitiadas por formas y colores que pretenden anclarse como mensajes subliminales, prometiendo mucho más de lo que meramente presentan.



Monocromo (azul), 2016 (detalle)

Para propiciar la respuesta de los espectadores, con intención pedagógica, Lucas suele enmarcar sus proyectos en una pregunta. En este caso, la cuestión sería esta: "¿es posible para el espectador contemporáneo percibir el color y la forma atendiendo a composiciones y sensaciones puras?". Como consecuencia de la estética idealista de Kant, que propugnaba la "pura experiencia estética desinteresada" como la mera percepción de formas y colores -lo que indirectamente propiciaba un sujeto más empático con sus congéneres y con mayor capacidad de resistencia ante las adversidades de la vida-, artistas de las utópicas vanguardias históricas como Kandinsky investigaron las propiedades de formas y colores en composiciones abstractas. Lucas, por tanto, estaría pulsando el estado actual de esta cuestión, donde se cruzarían de manera dramática los pilares del arte contemporáneo, todavía justificado por sus efectos benéficos gracias al "desinterés", junto a las interesadas y complejas estrategias del pegajoso merchandising.



Con un montaje muy eficaz, que da prueba de la madurez de la artista, se muestran en oposición "Monócromos" colgados en las paredes, compuestos por capas de metacrilatos saturados de logos y enmarcados en madera de haya tallada, rodeados de volúmenes de aluminio con formas geométricas básicas: líneas horizontal, vertical, diagonal y cuadrado, triángulo, círculo y esfera, y que suponen una interesante incursión de la artista en el terreno de la escultura. Ambos grupos tienen en común las inscripciones que remiten a la mezcolanza entre la simbología tradicional de formas y colores en nuestra historia cultural y su utilización publicitaria. Por ejemplo, el triángulo equilátero: espiritualidad, divinidad, serenidad, etc.; o bien, el color naranja: "easy, exalted, frivolous, joy, friendly, warm ...".



Desde Platón, origen del idealismo en Occidente, y a través del clasicismo en todos sus periodos, las formas (verdaderas) se han opuesto al engaño de los colores. El título de este proyecto Informal Colors supone así un juego de palabras para evidenciar la confusión interesada que impera en nuestras vidas.