Vista de sala. Fotografía: Roberto Ruiz

Galería Nogueras Blanchard. Doctor Fourquet, 4. Madrid. Comisaria: Borbála Soós. Hasta el 22 de julio. De 900 a 18.000 €

No es una ocurrencia pasajera: la galería Nogueras Blanchard alcanza ya la sexta edición de su Open Call para dar oportunidad a jóvenes comisarios de llevar a cabo sus proyectos expositivos, en sus sedes de Barcelona -ahora Hospitalet, nueva meca artística catalana, adonde se ha trasladado- y Madrid. Se trata de una convocatoria bien concebida y bien desarrollada, y hay que darle la enhorabuena por ello. Pretende tener "interés internacional" -está en las bases- y hasta el momento los comisarios ganadores han sido dos españoles y cuatro extranjeros que han dado cabida a artistas de múltiples procedencias en proyectos bastante originales. Este año, el jurado integrado por Sabel Gavaldon, Sofia Olascoaga y Tiago de Abreu Pinto, ha elegido entre los 31 recibidos el de Borbála Soós, húngara residente en Londres, donde dirige la galería Tenderpixel y es profesora invitada en el Royal College of Art.



En realidad, Setas en las ruinas no va de setas. O no sólo. Los cuatro artistas participantes presentan obras sobre los patrones de sueño de diversos animales (Olivier Castel, francés), los organismos acuáticos primitivos, o algo así (Salvatore Arancio, italiano), las esponjas y los hongos (Petra Feriancová, eslovaca) y el orden que resulta del caos (Iza Tarasewicz, polaca). Aunque las preguntas que plantean, según la comisaria, son: "¿Cómo piensan los bosques? ¿Las plantas se comunican? ¿En qué sueñan los animales?". El texto introductorio, reproducido en una modesta publicación siempre oportuna, aclara poco el concepto de la exposición e informa nada sobre las obras seleccionadas y el motivo de su inclusión. Soós ha dedicado sus investigaciones recientes a los hongos como metáfora de alternativas de organización social tras las ruinas del capitalismo -cita a Anna Lowenhaupt Tsing-, centrándose en las dinámicas de sistemas, la biopolítica y "los comunes". Aquí, propone una visión post-apocalíptica y utópica en la que las diferentes especies conviven en igualdad con lo que quedará de los humanos, mutados en hongos y reintegrados a su estatus natural, dice, en un paisaje nuevo basado en la capacidad de supervivencia del reino de los fungi. Un escenario de ciencia ficción muy sugerente que podría haber quedado mucho mejor dibujado. No todas las obras están bien traídas: no entiendo qué tiene que ver con el tema la de Castel, y tampoco es evidente la lógica de su funcionamiento -¿qué relación hay entre las distancias que mide el aparato que el visitante es invitado a utilizar en el espacio de la galería y la duración o frecuencia del sueño de los varios animales?-, y tampoco imagino qué quiere decirnos el circuito de cuerda que Tarasewicz ha colgado del techo, inspirado al parecer por el gran colisionador de hadrones del CERN. Destacan, a distancia, las fotografías/esculturas de Petra Feriancová -quien, quizá lo recuerden, ocupó con Zbynek Baladrán el pabellón checo-eslovaco en la Bienal de Venecia de 2013-, con un aire de viejo museo de Historia Natural que, hasta cierto punto, se encuentra también en las cerámicas de Arancio.



La fantasía científica es un género que gana adeptos. Y hace comunidad. De hecho, y esto sería algo que hay que evitar, Sabel Gavaldon, miembro del jurado y ganador de esta convocatoria en 2014 con Axolotlism, había trabajado ya en dos ocasiones junto a Borbála Soós en Tenderpixel, como comisario y como participante en una exposición organizada por ésta. Y tres de los artistas seleccionados aquí han sido incluidos en el programa de la galería londinense.



@ElenaVozmediano