Alighiero Boetti: Alternándose y dividiéndose, 1988-1989

Fundación Banco Santander. Sala de arte Santander. Av. de Cantabria, 2. Boadilla del Monte (Madrid). Comisario: Rodrigo Moura. Hasta el 10 de junio

Desde 2010, tenemos una cita anual en la Sala de Arte Santander para conocer una colección privada. La mayoría se han creado en las últimas décadas. A través de las sucesivas ediciones se va formando un catálogo de tipologías. Hemos visto colecciones con un marcado sentido institucional. Otras todavía conservan el aroma de la intimidad y se exponen por primera vez. Este es el caso de la Colección de Luís Paulo Montenegro, especializada en arte brasileño del siglo XX, pero que en los últimos tiempos, al estar persuadido de las raíces europeas en la tradición moderna del arte brasileño y su honda influencia en el panorama internacional, se ha desbordado con la adquisición de artistas latinoamericanos y clásicos del arte contemporáneo con piezas del chileno Roberto Matta, el cubano Wifredo Lam o el uruguayo Joaquín Torres García, por poner algunos ejemplos. Además de obras destacadas de su particular panteón de maestros del siglo XX: Josef Albers y Max Bill, Alberto Giacometti y Willem de Kooning, Lucio Fontana y Piero Manzoni, Alighiero Boetti, Jannis Kounellis, Mona Hatoum… y por supuesto, Andy Warhol. Un museo imaginario hecho realidad. Hasta reunir más de cuatrocientas piezas, adquiridas solo en los últimos veinte años, de las que en esta exposición se muestra la mitad.



Quizás el título Visiones de la tierra. El mundo planeado propuesto por el comisario Rodrigo Moura no sea muy adecuado e incluso pudiera llamar a confusión. No hay aquí una mirada especialmente interesada en un enfoque antropológico, ni sociológico, a pesar de que el coleccionista Luís Paulo Montenegro como empresario esté a la cabeza del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadísticas (IBOPE). Si hay alguna traza, se debe a la importancia que tuvo en el arte brasileño la afirmación del indigenismo de todos los artistas -casi sin excepción- a la vuelta de su formación vanguardista en Europa. Como es sabido, en 1928 el poeta y teórico brasileño Oswald de Andrade publicó el "Manifiesto Antropófago", marcando el camino para la afirmación de la otra modernidad y anticipándose en décadas a la crítica poscolonial. Puesto que se considera que el cuadro Abapuru de Tarsila do Amaral es la primera imagen del movimiento antropofágico, sorprende que no haya ninguna pintura de Amaral, en estos días con una gran retrospectiva en el MoMA, ni del resto del Grupo de los Cinco, entre quienes se encontraba la pintora Anita Malfatti.



Sin embargo, sí es una buena oportunidad de remontarse a los orígenes del arte moderno en Brasil con pintores menos conocidos como Roberto Burle Marx, Alberto da Veiga Guignard, Flávio de Carvalho, José Pancetti o los destacados aquí con varias obras Oswaldo Goeldi e Ismael Nery. Entre los indigenistas de variado signo también encontramos a Vicente do Rego Monteiro y Cándido Portinari junto al mexicano Rufino Tamayo o el argentino Xul Solar. Aunque no es evidente que esta sea la sección más adecuada para la escultora expresionista Maria Martins.



Sin duda, el flanco más fuerte de esta colección gira en torno al movimiento neoconcreto. Comenzando con los iniciadores del giro hacia la abstracción, entre los que destacan dos emigrantes a Brasil: el italiano Alfredo Volpi y la suiza, mejor conocida en nuestro país, Mira Schendel, a la que se sumarían las muy interesantes pintoras brasileñas Maria Leontina e Ione Saldanha, lo que sugiere la adhesión del coleccionista a la intensa recuperación de artistas mujeres vanguardistas que se está produciendo desde hace unos años en Latinoamérica.



Hélio Oiticica: Sin título (serie Metaesquemas), h.1958.

El festival llega con la riqueza en la disección del movimiento neoconcreto, entre paulistas y cariocas: una distinción aportada por el crítico Mário Pedrosa, que llegó hasta la escena artística portuguesa, como puede verse ahora en la exposición en torno a Pessoa en el Museo Reina Sofía. Asombra la calidad (y cantidad) de las piezas de Lygia Clark y Lygia Pape, junto a papeles de Hélio Oiticica. Además de una extensa plana de artistas menos conocidos en nuestro país, entre los que destacan el poeta, compositor y artista visual Willys de Castro, el austriaco Franz Weissmann -que llegó a Brasil con diez años-, junto a Abraham Palatnik y Judith Lauand.



En paralelo, se aborda la influencia directa en Brasil de Calder y Max Bill, que expusieron en Río y São Paulo en 1948. Y el impacto de las obras cinéticas de los venezolanos Carlos Cruz-Diez y Jesús Rafael Soto. Corrientes enfrentadas a mediados del siglo XX con expresionismos e informalismos que terminarían desembocando en la revisión conceptual de la pintura (Fontana, Manzoni, Kounellis, Maiolino), hasta terminar en el extraordinario panorama brasileño contemporáneo: con muy buena representación de Meireles, Tunga, Jac Leirner y José Damasceno; y con solo una pieza, Ernesto Neto y Adriana Varejão.



@_rociodelavilla