Image: Guy Mees, el reflejo de una actitud

Image: Guy Mees, el reflejo de una actitud

Exposiciones

Guy Mees, el reflejo de una actitud

Espace perdu. Una exposición en dos capítulos

25 mayo, 2018 02:00

Galería Projectesd. Passatge Mercader, 8. Barcelona. Hasta el 16 de junio. De 4.600 a 34.500 €

Los artistas que siguen su camino al margen de normas, tendencias o estrategias comerciales, desarrollan una obra que evoluciona silenciosa al margen de la historia y que sólo será reconocida si alguien, algún día, se fija en ella y consigue despertar el interés del público. Guy Mees (1935-2003) es uno ellos. Figura relevante de la escena vanguardista belga en la década de los sesenta, desarrolló una de las más singulares, radicales y discretas obras del panorama europeo de la segunda mitad del siglo XX. Miembro de la Nueva Escuela Flamenca -liderada por Jef Verheyen en los cincuenta- e interesado por la labor de artistas neovanguardistas de grupos como Zero (Alemania), Azimut (Italia), Gutai (Japón) o el Espacialismo (Argentina), Mees no sólo hace de la luz, el movimiento y la monocromía la base de un discurso escrito al margen de todo convencionalismo estético sino que, a través de vías alternativas, libera su producción de las estructuras y soportes del arte conceptual.

La exposición Guy Mees: espace perdu de la galería ProjecteSD gira en torno al concepto de espacio perdido que utiliza el artista en dos momentos de su carrera cuando su práctica pictórica se pierde en el espacio y se define por el color, la forma, el gusto, el olfato y el sonido. Huye así del bastidor y muta en experiencia sensorial que se presenta en la galería en dos entregas en meses sucesivos.

Pertenecientes a una primera etapa caracterizada por una feminización del minimalismo, las dos obras de Mees de mediados de los sesenta con que se inicia el primer capítulo, están realizadas con encaje industrial blanco cubriendo una plancha de aluminio y una caja de luz construida en madera. Con la transparencia de la tela Mees remite a la inmaterialidad y la progresiva disolución del espacio pictórico y se lanza a un proceso de creación cuyo testimonio poético son las demás obras que complementan la muestra realizadas en papeles claros y de densidades diferentes capaces de albergar en su interior el trazo de un artista en lucha por escapar del espacio que le aprisiona.

Las obras de Mees realizadas en los ochenta bajo el influjo, nuevamente, de aquel concepto de espacio perdido son las que configuran el segundo capítulo que puede visitarse en la galería ahora. Son testimonios de una concepción pictórica liberada de cualquier límite que cuestiona la identidad de la pintura desde su misma disolución. Esta coreografía espacial de reminiscencias matisseanas es interpretada por tiras de papel de color recortadas a mano y adheridas al muro con unas simples puntas. El conjunto de cuerpos con que Mees evoca la imperfección, la vulnerabilidad y la ligereza es su particular modo de anular la barrera que separa lo pictórico de lo arquitectónico y lo escultórico. Una suerte de tabula rasa en favor del equilibrio entre el objeto y el espacio vital así como de un modo de entender el arte como una experiencia esencialmente sensorial.

Contextualizando la deriva de este artista que se apartó del camino oficial, la muestra cuenta con fotografías y documentos que sitúan el inicio de su carrera alrededor de los preceptos de un conceptualismo radical. Otra barrera que si Mees no se hubiera saltado probablemente en la actualidad no hablaríamos de él.