Image: Algirdas Seskus, disparar como contrarrelato

Image: Algirdas Seskus, disparar como contrarrelato

Exposiciones

Algirdas Seskus, disparar como contrarrelato

Algirdas Šeškus, Green light of green grass

15 junio, 2018 02:00

Algirdas Šeškus: 219 81/219 81, 1981

Galería PM8. Pablo Morillo, 8. Vigo. Hasta el 30 de junio

Los disparos del fotógrafo lituano Algirdas Šeškus (Vilna, 1945) han sido realizados con nocturnidad y alevosía, sin despertar sospechas. Su objetivo retrata lo aparentemente irrelevante para convertirlo en esencial, creando un relato que desactiva, sin pretenderlo, el falso realismo y la artificiosidad del modelo estético impuesto a lo largo de cinco décadas de dictadura soviética.

Tras permanecer casi treinta años en la clandestinidad, el trabajo de Šeškus ha dado por fin el salto al circuito público. Green light of green grass, un título luminoso para una exposición oscura, es su primera individual en la galería PM8 de Vigo después de haber participado en la Documenta14 en Kassel y Atenas, y de que el Museo Reina Sofía haya adquirido su obra en la última edición de ARCO.

PM8 acierta el tiro con este artista, consolidando una línea de trabajo de compromisos largos y producciones lentas en una ciudad cuyo tejido cultural ha sido debilitado gravemente por la instrumentalización política del museo MARCO.

Positivadas en la época en gelatina de plata en un tamaño de 6 x 9 cm., las dieciséis fotografías de la exposición -carentes de título, fecha ni localización- fueron tomadas entre 1979 y 1981 aproximadamente y permanecieron décadas escondidas en un cajón. De ahí la escasísima información que podemos encontrar sobre el artista cuya obra está aún por catalogar, a pesar de su reciente retrospectiva en la Galería Nacional de Vilna como pionero de la fotografía de vanguardia lituana.

Šeškus documenta lo que las cámaras no captan: el fuera de plano, las intrahistorias, lo superfluo que se descubre como esencial

Su interés por la imagen en movimiento despierta cuando estudia cinematografía en Moscú pero también a partir de su trabajo como cámara en la televisión pública lituana desde 1979 hasta su jubilación. Šeškus se convierte en testigo privilegiado del relato audiovisual oficial, aunque lo que realmente le interesa es documentar lo que las cámaras no captan: el fuera de plano, las intrahistorias, lo superfluo que se descubre como esencial… Un relato ciertamente siniestro -unheimlich como lo hubiera definido Sigmund Freud- articulado por maniquíes, mujeres acéfalas en posturas de sometimiento, cuerpos contorsionados en ropa interior, furgonetas vigilantes, puertas entreabiertas, escenas privadas que desarmarían el escenario público. Sus imágenes construyen geometrías espontáneas y desordenadas que abarcan negros intensos y blancos centelleantes con los que crea imágenes oníricas entre el surrealismo y el cine de espionaje, que nos trasladan por un momento a las atmósferas de Roman Polanski o incluso de David Lynch. Así, la mirada de Šeškus se desliza ágil entre el underground y la escena oficial, el nihilismo y el fetichismo, los sueños y las pesadillas.

Šeškus adopta el rol de observador pasivo como contrarrelato a los códigos impuestos utilizando la censura como estrategia de evasión e investigación fotográfica. Su sensibilidad, orientada a desentrañar la naturaleza de la imagen, es determinante a la hora de encabezar el rupturismo de la nueva ola lituana además de influir en la segunda generación de fotógrafos soviéticos, con nombres como Boris Mikhailov o Alfonsas Budvytis. El resultado es hipnótico e introspectivo, de una intensa e inquietante poética.

@mariamarco_