El acróbata y su pareja, (1948)
La x se escribe con dos piernas, si se saben cruzar debidamente. Dos piernas, una de luz y otra de sombra, cruza Fernand Léger (1881-1955) sobre un disco de colores en Homenaje a la danza, el cuadro de 1925 al que casi cien años después aún miramos como enseña de una república feliz, pendiente de proclamarse. Con subversión comparable a la que dibuja una equis con dos tibias humanas en la negra bandera de los corsarios, se disponen aquí dos piernas cruzadas sobre un espectro de colores al son de una buena música para bailar. Esa pintura nos recibe en la muestra antológica que el IVAM dedica a Léger. Comparte espacio con la proyección del Ballet mecánico, ese prodigio del cine experimental realizado en 1923, donde el trucaje y el montaje ponen la mecánica al servicio de la danza. El ritmo visual bailable, actor estelar de la película, hace su aparición ex machina, tanto encarnado en componentes móviles (ojos, engranajes, batidoras, columpios, atracciones de feria), como inmóviles, entre los que destacan botellas y piernas de maniquí, puestas en danza por el trucaje. La era de la máquina encontró ciertamente en Léger a un maravilloso artista concertante; y entre sus invenciones estuvo esa mecanización visual de las piernas apta para celebrar sin cansancio físico la vida moderna. Bienvenida sea la muestra con la que regresa Léger a España. Han pasado más de veinte años desde que tuviera lugar la retrospectiva que programó el Reina Sofía y ninguno de sus visitantes habrá olvidado. No sé cómo, pero se diría que en este tiempo sus cuadros han aprovechado para incrementar su frescura. Se echaba de menos una presencia otra vez masiva de quien sostuvo que en el desempeño de su oficio, el artista estaba llamado a mejorar la vida de las personas. Viene el maestro con otras obras y otra expografía, desde luego, aunque sobre todo con la sabiduría de quien aparece cuando más falta hace. El proyecto llega de la mano de una colaboración con la Tate Liverpool, donde la exposición se estrenó. Se hace notar por el importante número de préstamos llegados del Reino Unido, incluso con obras de procedencia privada tan raras de ver e interesantes como el óleo de 1919 Elementos mecánicos. Junto a El disco (1918) del Thyssen, ese cuadro ejemplifica hasta dónde se remonta la exposición.Tres acentos y dos intervalos articulan la muestra. A la entrada enfática con el Ballet mecánico sigue un entreacto ocupado por bodegones de la década de 1920 y algún paisaje. Vuelve a cargarse de fuerza tonal el siguiente episodio, que hace referencia a diversos trabajos y colaboraciones de Léger para la Exposición Internacional de París de 1937. Se sigue de un paréntesis para ampliar el despliegue a otros caminos de experimentación colaborativa con, por ejemplo, la serie fotográfica Objetos con reacción poética de 1931, o su participación como correalizador de la película de 1947 Sueños que el dinero puede comprar. Y consuma un acento final con un fabuloso conjunto de obras de la segunda postguerra. Cuida además a cada paso resaltar la versatilidad técnica de un artista pintor, que es también cineasta, fotógrafo, fotomuralista, estampador y autor de diseños. Incluso el escritor se hace presente, pues una historiadora con el talento de Rocío Robles Tardío se ha encargado de seleccionar algunos textos de Léger para el catálogo y firma un estupendo ensayo sobre su faceta de teórico del arte.La era de la máquina encontró en Léger a un maravilloso artista; y entre sus invenciones esa mecanización visual de las piernas
El tipógrafo, 1919