Jean Dubuffet, en la maraña de la pintura
El Museo Guggenheim de Bilbao plantea un discurso cronológico que se inicia durante la Segunda Guerra Mundial extendiéndose hasta el año de su muerte en 1985
14 marzo, 2022 03:06A punto de cumplirse veinte años de Huella de una aventura, la primera retrospectiva que el Guggenheim Bilbao dedicó a Jean Dubuffet (El Havre, 1901 - París, 1985), el museo vuelve sobre sus pasos y presenta Ferviente celebración, una revisión más tímida que despliega un recorrido por la carrera del francés a través de los períodos que ocuparon los 40 años de su producción artística. Una gran lona exterior la celebra y da la bienvenida mientras descendemos por esa gran escalinata ocupada ahora por los folletos que informan de la huelga de los servicios de limpieza del museo.
No es Dubuffet un artista que haya pasado inadvertido en España. A la anterior exposición que le dedicó el Guggenheim podríamos sumar, entre otras, la que el Círculo de Bellas Artes presentó en 2008, centrada en sus primeros trabajos y en la relación con el soporte muro; así como la que en 2019 pudo verse en el IVAM, planteada desde una óptica antropológica y centrada en las relaciones que el artista estableció con las diferentes manifestaciones de lo popular.
Ferviente celebración se arma a partir de un conjunto de obras pertenecientes al Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York y la Peggy Guggenheim Collection de Venecia, y plantea un discurso cronológico que se inicia durante la Segunda Guerra Mundial, justo cuando Dubuffet decide dedicarse de pleno al arte, extendiéndose hasta el año de su muerte. Ese recorrido arranca con Maternidad (1944), una litografía de la serie Materia y memoria en la que el artista inauguraba ya un hacer técnico poco ortodoxo que será característico en la totalidad de su obra. Esos trabajos que Dubuffet realizaba en un París todavía ocupado por los nazis tendrían su foco en la figura humana y en los temas clásicos de la pintura que él filtrará por medio del cuestionamiento de la belleza, el rechazo de la destreza técnica y, por supuesto, la categorización de las obras de arte según premisas que consideraba obsoletas.
Llama la atención de manera especial la Puerta con grama (1957), una pintura en la que a la experimentación técnica que Dubuffet venía desarrollando comienzan a sumarse muchas de las inquietudes formales e intelectuales que lo ocuparán en los años sucesivos. Aquí, el interés por las texturas, por tensar al máximo los procesos y por exhibir una naturaleza que lejos de presentarse pintoresca quiere mostrar su permanente estado de cambios, desembocará en la serie Phenomena (1957-1962), compuesta de 362 litografías clasificadas en 24 álbumes, de los cuales pueden verse 3 al completo desplegados en uno de los grandes muros de esta sala 105.
Estos trabajos se insertan en un segundo espacio que funciona como nexo entre las décadas de los 50 y 60, un período de profundos cambios que desembocará en una mayor repercusión mediática de su obra por medio del famoso ciclo L’Hourloupe. De este se presentan de forma aislada un par de piezas pertenecientes al montaje teatral Cucú Bazar que Dubuffet estrenó en 1973 en el Guggenheim de Nueva York, así como otras esculturas y pinturas que conviven ahora con algunas correspondientes a sus últimos años de vida. Estas destacan por una gestualidad inédita hasta la fecha que incorpora marañas exentas de figuras y simbología que Dubuffet describirá como prácticas de aprendizaje de una nueva forma de visión.
La muestra se va estructurando a lo largo de tres amplios espacios en los que surgen ciertas dificultades a la hora de seguir el hilo conductor pretendido por el comisario. Al texto introductorio se suman las cartelas explicativas, repartidas a casi una por obra, que depositan en cada una de las piezas la responsabilidad de ser paradigmáticas del período al que pertenecen.
Quizás la voluntad retrospectiva de la muestra, si la comparamos con la que en 2003 albergó este mismo museo, sea excesivamente ambiciosa teniendo en cuenta un número de obras que, por momentos, resulta insuficiente. No obstante, es indudable que esta exposición muestra la importancia de acompañar desde el coleccionismo las carreras artísticas, una práctica que en la actualidad raras veces se da y que alerta del riesgo de convertir las colecciones de arte en colecciones de cromos.