La exposición Anni y Josef Albers, el arte y la vida, tras su paso por el Musée d’Art Modern de París, se presenta ahora en el IVAM de Valencia. Ya antes, se había mostrado en España la obra de estos artistas, juntos, en el Museo Reina Sofía en Anni y Josef Albers. Viajes por Latinoamérica (2006) y, por separado, en Anni Albers: tocar la vista (Museo Guggenheim Bilbao, 2018), Josef Albers: medios mínimos, efecto máximo (Fundación Juan March, 2014) y en el propio IVAM en Josef Albers, vidrio, luz y color (1994). Frente a las anteriores exposiciones, en las que se hizo un exhaustivo análisis de la obra de los dos por separado (a excepción de la magnífica muestra del Reina Sofía), la presente exposición los muestra juntos desde el principio, desde los inicios en la Bauhaus en los primeros años veinte y hasta el final de sus vidas en Estados Unidos. Estructurada en cuatro apartados, la propuesta hace un detenido repaso de la trayectoria artística y vital del matrimonio, que permite ver el modo en el que confluyeron los intereses y experiencias mutuas, marcados por la deriva de la abstracción entre dos continentes.
Un primer apartado ('1920-1933') reúne las obras de Anni y Josef Albers en el período de la Bauhaus en Dessau, donde fueron alumnos y luego profesores. Allí se fundamentaron las bases de su obra y una vida en común, que luego reconocemos a lo largo de la exposición, marcados por la influencia de los profesores Vasili Kandinski y Paul Klee.
La exposición es un detenido repaso de la trayectoria artística y vital de este matrimonio, marcada por la deriva de la abstracción entre dos continentes
Inmersos en la renovadora experiencia pedagógica del arte de la Bauhaus, al interés por la luz y el color de Josef Albers, se sumará su aplicación en el soporte textil de Anni Albers. Mientras Josef iniciaba su trayectoria convencional como artista, Anni, pese a su inicial oposición, relegada al obligado taller textil para las alumnas, emprendería una dedicación que trascendió el fin práctico del diseño y el soporte textil. Esta dedicación tardíamente reconocida, que ya iniciaran también otras mujeres a la sombra de hombres artistas, como Sonia Delaunay o Sophie Taeuber-Arp, resulta ahora reveladora, cuando hemos sido capaces de superar aquello que en el pasado fue tachado de oficio y artesanía femenina y que, sin embargo, hicieron a la pintura abstracta tan accesible.
Así vemos obras como el gouache Diseño para damasco (1926) o los tapices realizados por Anni Albers entre 1924 y 1925 que conviven estrechamente con las experimentaciones en vidrio de Josef Albers. El color y la luz en retículas se abren camino a través de la abstracción geométrica en un espacio de amplias soluciones, aún en sus mínimos preceptos. La influencia de Mies van der Rohe y el pabellón de Barcelona, tras el paso de los Albers por España, pudo estrechar el cerco de los intereses de estos artistas, especialmente de Josef Albers, en obras como Interior a y b (1929). A ello se suman muestras de su actividad como diseñadores como las conocidas Staking Tables (1927) o la Butaca modelo ti244 (1929).
La llegada de los nazis al poder y el cierre de la Bauhaus en Berlín llevó a los Albers al exilio en Estados Unidos en 1933. Llamados a colaborar con la recién inaugurada facultad de arte Black Mountain College (en Carolina del Norte), Josef se encargó del programa de arte hasta 1949 y Anni puso en marcha el departamento textil, marcando una influencia definitiva en generaciones de artistas posteriores en Estados Unidos, desde la abstracción postpictórica hasta el Minimal Art.
En este período que abarca hasta 1949, se agrupan obras diversas en las que se yuxtaponen las experiencias traídas de Europa con las influencias del arte precolombino y la artesanía popular, a partir de los sucesivos viajes que la pareja realizó a México y a otros países latinoamericanos. Obras como Proto from A (1937), junto a Oscillting C (1945), Blue Front (1957) de Josef Albers, se abrazan a With Verticals (1946) y La Luz I de Anni Albers. Tapices, joyas, grabados, papeles y lienzos incorporan un rico crisol de influencias que se fueron destilando en obras cada vez más depuradas en los valores cromáticos y geométricos, sin perder de vista el interés por la luz y la preocupación por el espacio.
Todo ello desemboca en los dos últimos bloques expositivos del recorrido, el dedicado al Josef Albers más conocido y celebrado (El tiempo en Yale y los Homenajes, 1950-1976), con sus reiterados tributos al cuadrado, y las salas que ocupan las muy variadas y exquisitas aplicaciones textiles y trabajos sobre papel de una menos conocida y vibrante Anni Albers (De la tela al papel, 1976-1994). Acompaña a la exposición, enmarcada en la celebración de Valencia Capital Mundial del Diseño 2022, un catálogo indispensable editado por el Musée d’Art Modern de París, que compila esclarecedores ensayos de diversos especialistas.