¿Por qué somos como somos? ¿Qué es el alma? ¿Cómo funciona la memoria? ¿Qué grado de influencia tiene la genética en el comportamiento? ¿Por qué se producen las adicciones? ¿Cuáles son los resortes de patologías como la esquizofrenia, el autismo, la depresión o la epilepsia? ¿Se “apaga” el alma con el Alzheimer? Estas preguntas de largo alcance, algunas de ellas territorio tradicional de la filosofía, están pasando a ser un aspecto más de la ciencia biológica, en particular de la neurociencia, cuyos horizontes han ampliado en la última década nombres como Juan Lerma (Moral de Calatrava, 1955), actual director del Centro Internacional de Neurociencias Cajal (CINC) que ahora publica, junto al biólogo José Luis Rozas, El cerebro y las enfermedades del alma (Espasa).
Editor de la revista Neuroscience e investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH), entre otras dedicaciones relacionadas con el cerebro, Lerma considera que no está todo dicho sobre este órgano tan complejo. El motor del libro está impulsado por su idea de que la era del cerebro empieza ahora, en el siglo XXI, gracias a las sofisticadas herramientas de que disponemos y que permiten relacionar nuestras conductas con los circuitos cerebrales. “A una de ellas, conocida como optogenética, le dedicamos un capítulo del libro porque ha sido fundamental para dar un paso adelante. También para reponer funciones perdidas como la vista. Tarde o temprano sus desarrolladores recibirán el Premio Nobel”, explica Lerma.
En busca de la mente
Pregunta. ¿De qué hablamos cuando nos referimos al alma? ¿Tiene localización “geográfica” en el cerebro?
Respuesta. Nos referimos a aquello que nos impulsa, que nos dota de pensamiento y de voluntad, y que cesa en el momento de nuestra muerte. Es el resultado del funcionamiento cerebral, de una actividad holística que no tendría una localización en alguna zona aislada del cerebro; si acaso esta función estaría más determinada por la corteza cerebral, que es la parte del cerebro más intrínsecamente humana. En este sentido, el alma proviene de cada neurona, de cada sinapsis, de cada circuito que componen nuestro cerebro, que, funcionando como un todo, hacen que seamos como somos. Sería el fruto de un estado funcional producido por nuestra actividad cerebral y muy asimilable a la mente.
P. ¿Qué impacto producen sus “enfermedades” en estos circuitos?
R. Desdibujan la personalidad y alteran o acaban con la mente, con la capacidad de razonar. Son todas devastadoras. Podemos hablar de la esquizofrenia, la depresión, las psicosis, etc., pero también de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Destruyen funciones cerebrales fundamentales y arrasan con lo que eres y cómo eres. Apagan tu alma sin duda alguna.
"La literatura, la música, la pintura o cualquier otra forma artística son expresiones de una emoción que tienen como objeto provocar otras emociones"
P. ¿Puede la depresión “registrarse” en el cerebro?
R. Disponemos de estudios con técnicas de neuroimagen que han permitido detectar cierta hiperactividad en algunas regiones de la corteza cingulada, por ejemplo, por lo que se puede afirmar que sí, esta enfermedad es registrable y esperamos que en el futuro la imagen cerebral permita diagnosticar con mayor precisión los diversos tipos de depresión según la causa y los circuitos que afecta.
Para Lerma, la llamada depresión mayor o endógena es un problema médico muy serio cuya causa se desconoce: “Tiene que ser abordada de inmediato. Genera episodios de ansiedad y su tratamiento no es fácil, pues no sabemos qué pasa en esos cerebros que se deprimen. El suicidio es uno de los resultados catastróficos de esta dolencia”. Según el neurocientífico se calcula que hay unos 300 millones de personas con depresión en el mundo y en diez años, entre 2005 y 2015, este número aumentó más del 18 %: “Es una pandemia que no se está atajando. Se estima que una de cada cuatro personas tendrán un problema mental a lo largo de su vida”.
P. Con los conocimientos que se tienen, ¿cuáles serían las principales dianas?
R. Se conocen algunas y en muchos casos hay fármacos disponibles. Me refiero, por ejemplo, a los inhibidores de la receptación de serotonina y a algunas benzodiacepinas. Pero no siempre funcionan y existen depresiones que son resistentes a estos medicamentos. Esto indica que hay mecanismos desconocidos y dianas por descubrir. Algunas depresiones se pueden tratar con estimulación cerebral profunda, si bien no se conoce bien cómo funcionan estas nuevas terapias. Es necesario estudiar más el cerebro para comprenderlo mejor y determinar las causas de por qué enferma y cómo.
Neurología y psiquiatría
P. Usted apuesta por “difuminar” las fronteras entre la neurología y la psiquiatría. ¿Es el mismo campo? ¿Tienen un mismo fin?
R. Efectivamente, al considerar los diferentes tipos de enfermedades que afectan al cerebro, estas se han considerado de forma separada y solo los psiquiatras tratan las enfermedades de la mente, mientras que los neurólogos tratan las enfermedades más relacionadas con el cerebro físico. Pero es que no hay diferencia entre cerebro y mente, pues la mente es el producto de la actividad cerebral. Y ahora sabemos que los mecanismos causales de ambos tipos de enfermedad no difieren.
P. ¿Pueden controlarse las emociones? ¿Somos esclavos de sus impulsos?
R. Creo que el cerebro es esclavo de las emociones. El ser humano está continuamente en busca de emociones. Son la sal de la vida. La literatura, la música, la pintura o cualquier otra forma artística son expresiones de una emoción que tienen como objeto provocar otras emociones. En gran medida, son universales y creaciones de la mente, por lo tanto son el resultado de la actividad del sistema nervioso.