En 1993, el pensador afrobritánico Paul Gilroy publicó Atlántico negro. En este ensayo rompía con los tópicos que habían caracterizado el relato de la diáspora africana, que presentaba una identidad cerrada y única basada en un origen común, la pertenencia a un continente, y planteaba la posibilidad de una identidad transnacional que se había configurado a través del intercambio y no a partir del enfrentamiento. Evidenciaba cómo ya no se pueden asumir esos grandes relatos de la modernidad que se configuraron a través de pares de opuestos, de unas palabras y las que se pensaron como sus antónimos: occidente y oriente, Europa y África, lo blanco y lo negro... Para Gilroy, el Atlántico negro era este espacio de lo híbrido en el que se rompían los límites y las fronteras.
Este océano también es el lugar que utiliza Ellen Gallagher (Providence, Estados Unidos, 1965), que tuvo individuales en la Tate Modern y el Art Institute de Chicago en 2018, como punto de partida de muchas de sus obras. Esto es lo que une y da sentido a la exposición con carácter antológico, la selección es representativa de su producción, que ahora le dedica el Centro Botín, comisariada por Bárbara Muñoz y Benjamin Weil.
Gallagher controla la acuarela para generar formas en las que lo marino y lo humano se mezclan
El Atlántico y los habitantes de un reino misterioso que se encuentra en su fondo son los protagonistas de los dibujos que ocupan una parte del centro de la muestra. Este mundo mítico es el de Drexciya, imaginado por el grupo de música electrónica del mismo nombre y habitado por los hijos de las esclavas que murieron en las rutas que seguían los barcos esclavistas entre África y América. Estos formaban batallones que permanecían en una guerra constante contra el sistema, sin embargo, para Gallagher, este mito no tiene que ver con la venganza, sino con la regeneración y la idea de una nación transhistórica.
En algunos se ve de una forma muy clara cómo Gallagher controla la acuarela para generar estas formas en las que lo marino y lo humano se mezclan. Parece que es el agua la que al correr libre sobre el papel grueso crea a estos personajes con melenas que recuerdan a los pulpos, los corales y las medusas. Otros de estos dibujos se podrían relacionar con aquellas láminas que ilustraban los libros de botánica y zoología que, además de su función ilustrativa, tenían un carácter demostrativo y participaban de la manía clasificatoria de la era de la Enciclopedia.
Gallagher construye una historia natural diversa que rehúye la catalogación y las taxonomías como se puede apreciar también en la serie de retratos de Morphia, en los que continúa experimentando con la técnica pictórica para presentar otros seres fluidos que están en un cambio perpetuo en los que el género, una de las etiquetas, queda tan diluido como las tintas que usó para hacerlos. Son habitantes fantásticos de un mundo abisal como abismos son las Black Paintings incluidas en la muestra, sobre cuya superficie brillante la artista ha grabado formas apenas perceptibles que necesitan la mirada atenta del espectador para poder ser leídas.
Estas, algunas sacadas de la revista afroamericana Ebony, aluden a otra de esas etiquetas, la de la raza y sus estereotipos y el modo en el que estos han sido construidos como algo que condiciona y determina. Estas pinturas se enfrentan con la propia historia del arte, desde los monocromos de Malevich a los de Reinhardt, para evidenciar las connotaciones que tiene el color negro y resignificarlo.
Son abismos que hablan de la muerte de los que no sobrevivieron al viaje en los barcos esclavistas pero también se trata de las simas del conocimiento, de un conocimiento de la totalidad que va más allá de lo particular, como las que el poeta de la criollización Édouard Glissant describe en sus ensayos.
Son abismos, fondos, simas, aterradores y seductores, sublimes, en los que caen las ballenas al morir, como la de la instalación audiovisual Osedax, hecha en colaboración con Edgar Cleijne y que está sobre el muelle, fuera del museo. Aquí se subraya la existencia de un tiempo cíclico, las ballenas muertas alimentan a unos gusanos que a su vez sirven de fuente de energía a otras especies, en el que las ideas de pasado, presente y futuro dejan de tener sentido.
Como no lo tenían en Drexciya o en las utopías afrofuturistas del músico Sun Ra, protagonista de Better Dimension, un entorno cinematográfico en el que Gallagher ha trabajado también con Cleijne.
Ambos son los autores de la impresionante instalación multimedia Highway Gothic, la obra más reciente de la exposición, en la que se desvelan las consecuencias sociales, el desplazamiento de las comunidades afroamericanas, y ecológicas, el ataque a un ecosistema muy rico, que tuvo la construcción de una autopista que atraviesa Nueva Orleans y uno de los mayores humedales de Estados Unidos.