Entre 1924 y 1925 Citroën organizó La Croisiere Noire, una ruta automovilística que recorría cerca de 28.000 kilómetros del continente africano. El objetivo era atravesarlo de norte a sur, desde Colomb, en Argelia, hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. En aquella travesía participaron George Specht y León Poirier, dos fotógrafos encargados del registro visual de la expedición cuyo periplo acabó con un total de 8.000 fotografías, 27.000 metros de película y 15 álbumes de dibujos.
A su paso por la zona nororiental del Congo, habitada por la tribu mangbetu, retrataron a una mujer ataviada con un gran tocado compuesto por cestería, agujas y pasadores de marfil y, por supuesto, pelo. Esta imagen, en la que vemos a una mujer con un cuello excesivamente alargado, se consideró un signo étnico de la mujer mangbetu cuando, en realidad, tan solo representaba a las esposas de los mandatarios de la tribu.
Convertida en la imagen estereotípica de la mujer negra, se popularizó tanto que se ha usado con multitud de propósitos a lo largo del tiempo. Esta es precisamente la premisa de la que parte Nobosudru, el devenir icono de una mujer mangbetu. De la imagen visual a la materialidad de la imagen, exposición que se puede ver en el IVAM de Valencia hasta el próximo 8 de diciembre.
Comisariada por Hasan G. López Sanz y Nicolás Sánchez Durá, la muestra reúne 80 piezas que, procedentes de museos como el Musée du Quai Branly-Jacques Chirac y de varias colecciones privadas, que estudian los distintos usos que se le ha dado a esta imagen, desde propaganda colonial hasta imagen de productos de tabaco, joyas, bisutería, postales... Incluso ha sido protagonista de las esculturas de François Bazin.
El raid automovilístico de Citroën
Sánchez Durá recuerda que cuando se llevó a cabo este raid automovilístico, la sociedad no estaba en un "momento del descubrimiento de los parajes y territorios de África, esa misión estaba ya cumplida a partir de la Conferencia de Berlín (1884- 1885), en la que las potencias europeas se repartieron las colonias. También se había firmado el Tratado de Versalles (1919), a través del cual la Alemania guillermina había perdido sus colonias, que pasaron a manos francesas y británicas".
En este contexto, el objetivo de la travesía era "trazar vías de comunicación entre las distintas capitales coloniales para mejorar el gobierno de las mismas aunque también tiene una dimensión propagandística de glorificación de la metrópoli a través de una hazaña deportiva", amplía. Además, el coche de la marca francesa que se usó, como símbolo del progreso, era de oruga porque habían sido diseñados por los mismos ingenieros que habían hecho los carros de combate de la Primera Guerra Mundial". Por otro lado, el periplo cumplió con una misión etnológica: a su paso reunieron 300 mamíferos que luego fueron disecados, 800 pájaros y 15.000 insectos.
Cuatro días con los mangbetu
Specht y Poirier permanecieron en la zona nororiental del Congo, liderada por los mangbetu, tan solo durante tres o cuatro días. En aquel momento, el artista art decó Aleksandr Yákovlev retrata a diferentes integrantes de la tribu. Los fotógrafos deciden hacer un retrato de perfil partiendo de la idea preconcebida de que "Los mangbetu eran descendientes de los faraones egipcios", cuenta Sánchez Durá.
Por esta razón, las hacen posar como en un fresco egipcio y la imagen que se popularizó recuerda al cuadro de Gauguin El mercado (1892) que, a su vez, fue pintado bajo la influencia de un fresco de una tumba. "A partir de ahí, la imagen se empieza a reproducir mecánicamente y cada vez que va a imprenta el cuello es más exagerado, el mentón más prominente y el tocado más acentuado".
Además de partir de una idea errónea y de tomar a la mujer mangbetu como símbolo de la mujer africana, Sánchez Durá recuerda que este peinado tan solo representaba a las mujeres de los mandatorios y que tuvo un periodo de vigencia muy corto. No obstante, "la imagen se reproduce en diferentes contextos tanto propagandísticos como académicos y mundanos. Se usa también para publicitar la ventaja de mantener las colonias porque las exploraciones empezaban a ser escépticas respecto a los beneficios que estas podrían generar", recuerda el filósofo y profesor.
El salto a la moda
Más allá de su uso etnológico y etnográfico, la instantánea se convirtió en mercancía, se empleó en el diseño gráfico de la publicidad colonial y se usó como motivo pictórico o decorativo. En su popularización, la figura nobosudru salta a las revistas de moda parisinas, y también a las españolas, poco después de que se publicaran las primeras crónicas del raid, en 1928.
Se diseñaron gorros y tocados y la diseñadora Agnès llegó a afirmar: "He pensado que si estas negras, a menudo tan feas, se embellecen con estos atractivos peinados, qué encantadoras estarán nuestras parisinas cuando estos mismos peinados sean atenuados y adaptados a su tipo".
Sin duda, a esta idea racista se opone la visión de la artista Carrie Mae Weems, cuya obra, a partir de archivos fotográficos antropológicos, muestra las formas estereotipadas de representación de los africanos. En From Here I Saw what Happened and Cried, fotografía que se expone en el IVAM, la artista continúa con su resignificación y visibilización de la identidad africana y de las mujeres.
La mujer mangbetu en la actualidad
Más allá de su parte estética, esta exposición se puede entender como "un análisis de caso que se sitúa en el cruce de distintas disciplinas" como la antropología visual, la historia de las representaciones políticas, la estética y la teoría pragmática de la imagen. A través de los 80 objetos, la muestra también rastrea el uso actual de la mujer mangbetu en disciplinas como el cine o el arte contemporáneo.
En palabras de la directora adjunta del IVAM, Sonia Martínez, la imagen de Nobosudru "ha llegado a productos audiovisuales de masas como podría ser la película de Marvel, Black Panther, y el personaje de la gran madre, Shaka". El uso político actual, por supuesto, ha cambiado de sesgo y la revista Opportunity la usó asociada al movimiento Harlem Renaissance, cuyo propósito era reivindicar la creación artística de la población afroamericana.
Más recientemente, también ha sido utilizada en la campaña francesa No toques a mi colega en la que "la imagen se usa como afirmación de la negritud". Desde los años 20 y 30 el uso de este símbolo ha cambiado de un extremo al otro y para el comisario esto se se debe a que una misma imagen tiene "una dimensión política implícita, que es la colonial, y una dimensión política explícita, que es anticolonial, y eso depende del contexto de uso".