Cada viaje tiene su comienzo y su propósito, y este que ahora emprendemos se inició una tarde del verano de 1862 en la que un matemático, escritor y fotógrafo, se unió a un clérigo para irse de paseo por el río Támesis con tres niñas de trece, diez, y ocho años, hijas de un amigo común.



El viaje era lento y aburrido, y las niñas pidieron al matemático, Charles Lutwidge Dodgson, que les contara un historia. La segunda de ellas, Alice, era la más entusiasta, y el escritor la convirtió en protagonista para luego, tras devanarse los sesos intentando recordar la historia que había improvisado en la barca, escribir Alicia en el País de las Maravillas y firmarla con el seudónimo de Lewis Carroll.



Iremos con ella en este viaje, y como ella, comenzaremos por introducirnos en la madriguera de un conejo. Pero no vale una madriguera cualquiera, sino una muy concreta que se encuentra en las cercanías de Oxford y que desciende muy profundo, aunque no tanto como hasta el centro de la Tierra, como dicen algunos.

Ilustraciones cuento original de 'Alicia en el país de las maravillas'.

Ahí, de pronto, nos encontraremos en el País de las Maravillas, lleno de animales con aspecto humano y gobernados por los reyes y reinas de la baraja que, aunque son en teoría iguales en dignidad y poder, parecen rendir obediencia al rey y la reina de corazones.

Esos corazones que hicieron que la familia de las niñas rompiese después relaciones con Dodgson, dicen unos que por trato impropio con las menores, y otros que porque se usaba a estas para acercarse con intenciones eróticas a la guapa niñera. Corazones, en todo caso.



Para imitar a Alicia en su viaje, y no quedarnos atascados en una galería cualquiera, debemos encontrar a un conejo blanco que nos guíe, o en su defecto, encontrar la botellas de la poción mágica, esa que dice “bébeme” y te reduce a un palmo de altura, lo que es muy útil para desenvolverse por el País de las Maravillas.



A partir de ese punto, cuando el tamaño excesivamente reducido sea un problema, hay que tratar de encontrar un pastel que diga “cómeme” y que te convierta en una persona de casi dos metros, y aún más, pues se sigue creciendo indefinidamente hasta detener el proceso con un abanico mágico.



Sera como sea, hay que evitar el mar de lágrimas, creado por Alicia en su frustración con su tamaño, y que puede ser peligroso para alguien que no sepa nadar. Especialmente para lso que no sepan nadar en lágrimas, que es una modalidad muy específica de natación emocional.



Para secarse tan triste humedad se organizan habitualmente carreras consistentes en correr en círculos, cosa no tan distinta de unos Juegos Olímpicos cualquiera, si bien se piensa. Los que ya hayan participado en todas las carreras populares que se organizan en nuestra tierra, podrían encontrar interesante intentar obtener un trofeo en esta prueba. Suelen ser trozo de confetti.



En cuanto al país propiamente dicho, y como destino de nuestro viaje, hay multitud de descripciones de los lugares que podemos visitar, aunque se discute aún cuales son preferibles. En general, los espejos son utilizados como medio de transporte de un lugar a otros. Son instantáneos y gratuitos, así que recomendamos disfrutar de esta posibilidad.

Alicia en el País de las Maravillas ilustrado por Dalí. Foto: Flickr.

Podemos empezar por Crims, el reino de mayor tamaño del País de las Maravillas, y presidido por el castillo rojo, junto a las costas del mar Carmesí. Este castillo, verdadero prodigio arquitectónico, está diseñado en forma de corazón y lo rodea un foso lleno de sangre donde flotan multitud de cabezas decapitadas.



Es interesante para verlo de lejos, pero no conviene acercarse mucho, pues se corre el riesgo de ser capturado y que la reina roja ordene que le corten la cabeza al intruso.

Más al Este está Mayoriente, una región de la que se sabe poca cosa, salvo que no cuenta con caminos, y los pocos que se trazan desaparecen al poco tiempo, como si no quisiera recibir visitas.



Al sur de Mayoriente, y al sureste del País de las maravillas se encuentra Marmóreo, el reino de la reina blanca y su castillo blanco. El castillo está rodeado por un gran lago y un prado verde segado en forma de tablero de ajedrez, donde reposan grandes piezas de mármol de este juego. Se supone que vigilan el castillo, así que hay que tener cuidado.

AloOeste de Marmóreo se encuentra Siur, un reino boscoso y lúgubre. Lleno de criaturas tímidas y huidizas que no quieren saber nada de los viajeros. Si no las molestas, no te molestarán, pero no esperes encontrar ni posadas ni alojamientos.

La región oeste del País de las Maravillas está Loquilandia, un reino medio en ruinas, antigua sede de lo reyes de corazones, que fueron los que probablemente lo destrozaron antes de mudarse a Crims. Es un lugar ideal para los arqueólogos, los anticuarios, los traperos y los románticos en general.



Entre Loquilandia y Crims se encuentra Iplam, pero parece ser que está vació y no hay vestigios tampoco de sus antiguos pobladores. A pesar de todo, y no sabemos decir por qué, está prohibido acampar. Quizás se trate de una especie de reserva natural.

Imagen de 'Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton'.

Al oeste de Loquilandia, y tras una imponente cordillera, se encuentran las tierras salvajes, habitadas por gente enemiga de la civilización, bandidos y pintores de retratos. La atraviesa el río Ravine, donde se pueden pescar muy buenas truchas, tan buenas que se dice que vale la pena el riesgo de ir hasta allí a intentar capturar alguna.



Durante todo el periplo, como la comida y la bebida pueden estar encantadas, se recomienda llevar abundantes provisiones de casa. El País de las Maravillas ha dado origen a innumerables versiones, tanto literarias como cinematográficas. En lo literario, es especialmente notable Finnegans Wake, de James Joyce, publicada en 1939. En el cine, destaca la película de Tim Burton de 2010, del mismo título que el libro, y que ha sido de gran utilidad para una cartografía más detallada del País de las Maravillas.



Lamentablemente no contamos con información sobre el modo de volver de este viaje, y es que, por alguna razón, sólo se venden viajes de ida. La idea, promovida por el videojuego American McGee's Alice, de que se vuelve a través de distintos hospitales psiquiátricos, nos parece completamente infundada. Pero tampoco la descartamos completamente, tratándose como se trata de una obra de la Inglaterra victoriana.