En un futuro cercano, el Reino Unido ha abandonado la Unión Europea y Escocia se ha independizado. El grupo hackactivista DedSec responde a una amenaza de bomba en el Parlamento enviando a su mejor operativo, Dalton Wolfe. Sobre el tejado de Westminster descubre que los intrusos son los terroristas de Zero Day. Consigue desactivar la bomba antes de caer abatido por los drones, pero otros potentes artefactos explotan por toda la ciudad y los terroristas asaltan el cuartel general de DedSec. Ante la opinión pública las culpas recaen sobre los hackers, que se ven obligados a levantar su estructura desde cero con la ayuda de la IA Bagley y los propios ciudadanos de la metrópoli, acosados por la ley marcial y los poderes extraordinarios concedidos a Albion, una compañía militar privada que desplaza a las fuerzas de seguridad, y los tentáculos del sindicato criminal Clan Kelley.
La principal novedad jugable de Watch Dogs: Legion es la ausencia de un personaje protagonista tradicional. En su lugar, la práctica totalidad de los ciudadanos de la urbe del Támesis, cada uno con sus habilidades específicas, que se pueden reclutar para componer un vasto equipo multidisciplinar con el que hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre una ciudad al borde del colapso. El sistema que Clint Hocking y su equipo de Ubisoft Toronto han desarrollado es ciertamente fascinante. Mientras en los dos títulos anteriores se podía obtener un vistazo somero a las vidas de los transeúntes, en Legion se pueden reclutar para la causa, convirtiéndolos en personajes jugables de pleno derecho, con sus diálogos y sus cinemáticas. Para conseguir vender la ilusión de que el juego está constantemente poblado por personajes con vidas propias, el algoritmo reconstruye los parámetros a partir de datos muy básicos. De esta forma, si encontramos a un personaje en el barrio de Lambeth, su etnicidad, su forma de vestir y su profesión serán muy diferentes a los personajes que pasean por Westminster.
A partir de esos datos se define su nombre, dónde trabaja, sus relaciones con otros personajes, su opinión sobre DedSec, su salario (lo que limita dónde puede vivir) y sus habilidades para componer un horario para su día a día. Existen en torno a veinte versiones grabadas del guion del juego que cubren diferentes dialectos y acentos, y gracias a moduladores de voz, se fabrica la ilusión de cientos de personajes capaces de ocuparla silla del protagonista.
Narrativas cibertextuales
El Londres de 'Watch dogs: Legion' está lleno de coches sin conductor y podcasts de activistas políticos
Es un sistema muy inteligente que se antoja un salto de gigante en el desarrollo de narrativas emergentes en entornos virtuales. Hasta que, pasadas unas horas, las fisuras comienzan a manifestarse. Por muchos parámetros que el algoritmo tenga en cuenta, hay aspectos más sutiles que se le escapan por completo. Por ejemplo, en un momento dado me encontré por la calle a un punk radical con la frente tatuada que odiaba a DedSec porque era el novio de Dalton Wolfe, el apuesto y trajeado espía que es asesinado durante la misión del prólogo en el Parlamento. Ni forzando los engranajes de la imaginación el emparejamiento resultaba verosímil. Al final, el equipo de activistas es incapaz de trascender el algoritmo para aportar la profundidad de un personaje hecho a mano, a la manera tradicional.
La ilusión solo se mantiene si la alternancia en el papel protagonista es muy frecuente, porque si no, queda patente su función como meras herramientas, sin un bagaje emocional más consistente que los enraíce a la tierra. Jugar como cualquiera se acaba pareciendo mucho a jugar como nadie. Es cierto que el juego es muy consciente de esto, y trata de compensarlo con Bagley, la socarrona inteligencia artificial que no para de hablar, pero aunque muchos de sus chistes son ingeniosos puede resultar excesiva. Si las limitaciones narrativas del sistema ofrecieran a cambio una profunda experiencia jugable donde hubiera que barajar los talentos de los distintos operativos para poder hacer frente a los desafíos, podría merecer la pena. Pero es que no es así. Casi todas las misiones implican infiltrarse en recintos de alta seguridad, ya sea el cuartel general de la agencia de inteligencia o la Torre de Londres, pero la forma de hacerlo es siempre muy parecida. Todos los personajes pueden hackear lo necesario para completar cualquier objetivo. Las diferencias son tan mínimas que la inversión de tiempo para conseguir un equipo amplio y variado no acaba mereciendo la pena, reforzando el axioma de que la innovación sin una implementación eficaz no sirve de mucho.
En cuanto a los temas, se aprecia una posición política más comprometida que en otros juegos de Ubisoft y una preocupación más clara por reflexionar sobre los peligros del autoritarismo, la rendición dela privacidad, el terrorismo de estado, el auge del nativismo, la dependencia tecnológica de todos los sectores estratégicos, el adormecimiento de las masas a través de un entretenimiento facilón e incluso la eventual transición posthumana. El Londres de Watch Dogs: Legion está lleno de coches sin conductor, todo tipo de drones (de vigilancia, construcción e incluso militares), publicidad de realidad aumentada y elaborados podcasts de activistas políticos que tratan de concienciar al público de los peligros que están siendo inoculados a la sociedad en nombre de la seguridad y la conveniencia. El campo es muy fértil, y el apocalíptico final es suficiente para poner los pelos de punta a cualquiera sobre a dónde nos estamos dirigiendo en un mundo que cambia a un ritmo tan acelerado. Con un diseño más exigente que sacara el máximo partido de la premisa de poder jugar como cualquiera podría haber sido sobresaliente.