De la Polinesia al pulp años 30
'Call of the Sea' es el primer juego del estudio español Out of the Blue Games. Cultura polinesia e iconografía lovecraftiana en un viaje de afirmación de la identidad que forma parte del servicio Xbox Game Pass
1 marzo, 2021 09:18A mediados de los años treinta del siglo pasado, Norah Everhart, profesora de arte, recibe un misterioso paquete en su casa de Englewood, Colorado. En su interior, una foto de su marido Harry con unas coordenadas –74 millas náuticas al
oeste de la isla de Otaheite– y un cuchillo ritual de origen desconocido.
Temiendo que algo funesto pudiera haber ocurrido, se embarca al otro lado del mundo siguiendo la pista de Harry, que había formado una expedición en los meses anteriores con el único propósito de encontrar una cura a la misteriosa aflicción de Norah. La enfermedad le va provocando la aparición de unas manchas irregulares en la piel, de la misma forma que ya lo hizo con su madre y con su abuelo antes de desembocar en una muerte intempestiva. Una vez en la isla, y contra todo pronóstico, la salud de Norah comienza a mejorar y emplea sus nuevas fuerzas en seguir el rastro de la expedición de su marido, que ha ido dejando apuntes y fotografías en los diferentes campamentos que revelan el convulso estado de la misión, aquejada por todo tipo de infortunios y el deterioro de la salud mental de sus integrantes. La isla, considerada tabú por los polinesios de las inmediaciones, esconde los secretos de una civilización capaz de transformarse en rituales para navegar en las profundidades del mar al otro lado de las estrellas.
Un lugar en el pacífico
'Call of the Sea' ha conseguido alcanzaresa complicada zona dulce entre complejidad formal y accesibilidad
El escenario en el que se desarrolla la trama traslada al jugador a uno de los lugares más recónditos del Pacífico, un enclave que desprende una sensación de paz y armonía antes de que se haga de noche y el aspecto más fantástico del juego salga a relucir. Para componer esa visión beatífica, el equipo de Out of the Blue Games ha contado con el apoyo de un consultor polinesio: el profesor Yunick Vaimatapako de la Escuela Nacional de Danza y Cultura Polinesia Ia Ora Tahiti. “Nuestro objetivo principal era que los entornos fueran lo más parecidos a los que podríamos encontrar en una isla del Pacífico, añadiendo elementos únicos como fauna y flora, o estructuras como los marae y los unu”, comenta Tatiana Delgado, directora creativa de Call of the Sea, a El Cultural.
Esa pátina de autenticidad va dejando paso de manera paulatina a la iconografía lovecraftiana, pero lo hace estableciendo como base los mitos del continente perdido de Mu, por lo que en ningún momento se produce un contraste abrupto en el viaje de Norah. Al mismo tiempo, los desarrolladores han sabido acompasar los descubrimientos de la protagonista y el progreso en la investigación con una cierta familiaridad precognitiva que hace que, conforme el paisaje se va tornando más alienígena, Norah vaya aceptando y asimilando el innegable influjo que ejerce sobre ella. Un viaje de descubrimiento que comparte con el jugador para llegar a una decisión final agónica donde se juzga la naturaleza de su relación con Harry: el alcance del amor que se profesan y la magnitud del sacrificio que se les requiere para honrarlo. Al igual que las influencias literarias que exhibe orgulloso Call of the Sea –los homenajes a Julio Verne, William Hodgson o Edgar Allan Poe–, las referencias videolúdicas también están claras.
Puzles megalíticos
Aventuras de puzles en primera persona de corte clásico (Myst, Riven) y también algunas con un giro más moderno (The
Witness), pero siempre con ese ritmo pausado, metódico y reflexivo tan característico de los títulos de PC de principios de los años noventa. Un juego de este perfil vive o muere por la calidad de sus puzles, y en ese sentido, la obra del estudio español ha conseguido alcanzar esa complicada zona dulce entre complejidad formal que exige un auténtico esfuerzo intelectual y accesibilidad para que no resulten absolutamente impenetrables. Los más meritorios consiguen enhebrar el portentoso escenario con la solución para provocar momentos sublimes, como el que concierne a la misteriosa melodía que hay que interpretar usando las mareas y un imponente órgano de basalto excavado en un acantilado megalítico. Es un momento de realización absoluta donde todos los elementos audiovisuales se alinean para contribuir a la recompensa por haber sabido abrir el camino a las cumbres de la isla.
En muchos aspectos, el juego tiene la vista fija en la estructura de las novelas detectivescas pulp de los años treinta. Norah va componiendo el puzle del destino de la expedición de su marido gracias a notas, apuntes en diarios, fotografías y, también, los destrozos provocados en el escenario. Sin embargo, la ausencia casi total de los otros personajes hace que recaiga sobre ella la labor de contextualización y por ello predominan los soliloquios expositivos. A pesar de la fantástica interpretación de Cissy Jones (Delilah en Firewatch), la cantidad de texto se antoja excesiva y hasta cierto
punto antinatural para un personaje en soledad. Yuri Lowenthal (Peter Parker en Marvel’s Spider-Man) tiene mucho menos presencia en el juego, pero hace valer sus escasos momentos para configurar un personaje arrojado a unas circunstancias extremas y a un dilema devastador. Call of the Sea consigue alejarse de la imaginería de las adaptaciones del escritor de Providence más superficiales (terror tentacular y locura dimensional) para adentrarse en la atmósfera de su mucho más estimulante y logrado ciclo onírico, pero todo está puesto al servicio de una historia de amor en la madurez, con una complicidad tranquila, alejada delos grandes gestos de épica impostada, que pone en valor el mérito de un sacrificio silencioso.