El precio (dorado) de la utopía
'The Forgotten City' nos traslada a un enclave de la Roma imperial para resolver un misterio donde mitología, política, filosofía moral y estudio de personajes enhebran un relato maravilloso
27 septiembre, 2021 09:42Tras ser rescatado por una mujer en la orilla del río Tíber, el protagonista de The Forgotten City se adentra en las ruinas de una antigua ciudad romana enclavada en una cueva con estatuas de oro por doquier. Al llegar al templo de Proserpina, es abducido por un misterioso ritual y es trasladado al año 65 de nuestra Era, pocos meses después del gran incendio de Roma que Nerón aprovechó para lanzar la primera gran persecución contra los cristianos. La misteriosa ciudad está completamente separada del mundo exterior y regida por el magistrado Sentius, que, nada más llegar, informa al visitante de la ley divina que ata sus destinos: la regla dorada, de una simplicidad letal.
Todos los habitantes de la ciudad pagarán con su vida si alguien comete un pecado. La abundancia de estatuas de oro desperdigadas por la ciudad, en posiciones que sugieren ser personas huyendo de un destino fatal, implican, según Sentius, que muchos otros habitantes a lo largo de la historia se encontraron en la misma tesitura y fracasaron en su intento de mantenerse incorruptos.
Bucle temporal
El magistrado está convencido de que alguien, entre la veintena larga de personajes que pueblan la ciudad, va a romper la regla de manera inminente y recluta al forastero para prevenir el desastre. The Forgotten City basa su estructura jugable y narrativa en un bucle temporal. Más pronto que tarde, alguien infringe la regla dorada y Sentius, gracias a un ritual en el templo de Proserpina, reinicia el día para dar al jugador otra oportunidad. Resulta fundamental conocer a fondo al colorido plantel de personajes para descubrir sus motivaciones, sus planes y los secretos que tratan de proteger. El conocimiento preciso de los acontecimientos y las rutinas de cada uno de los habitantes ofrecen al jugador una perspectiva similar a la del personaje que interpreta Bill Murray en Atrapado en el tiempo (1993), un dios entre los mortales que es el único que puede descifrar la complicada maraña que une a un grupo de diferentes culturas, extracción social y religiones.
Lo que empieza como un juego de detectives va mutando poco a poco en una disquisición filosófica de gran calado
Este conocimiento resulta fundamental para impedir que los habitantes cometan un pecado que infrinja la regla dorada. Por ejemplo, nada más empezar, un agente de Nerón llega a la ciudad con el encargo de acabar con la vida de Malleolus, al que el emperador acusa de instigar los fuegos de la capital. Si se deja que las cosas lleven su curso natural, el asesinato provocará la muerte de todos y el reinicio del bucle temporal. Sin embargo, si el jugador dirige al agente a un templete a punto de colapsar, atrapándole entre los escombros, el día continúa. Uno de los aspectos más fascinantes del juego es cómo examina todas las derivadas de una ley tan inclemente y cómo los diferentes personajes se enfrentan a ella. ¿Qué se considera un pecado? ¿Quién imparte esta versión indiscriminada y extremista de justicia? ¿Es la regla dorada una ficción del propio Sentius para mantener a la población de la ciudad bajo su control?
Hay que recalcar que el protagonista es el único que mantiene sus recuerdos de un ciclo a otro, por lo que todos los demás no tienen una prueba fidedigna de que el castigo exista de verdad. ¿Puede el miedo paralizante suponer un precio razonable para conseguir una utopía libre de agravios personales? ¿Puede un estado tiránico ofrecer felicidad a sus ciudadanos? Lo que empieza como un juego de detectives va mutando poco a poco en una disquisición filosófica de calado, donde se examina la evolución de los códigos morales a lo largo de la historia, los mecanismos que regulan la apropiación cultural – qué se adopta y qué se descarta cuando una civilización asimila otra– y el papel de la divinidad en la creación de las leyes de los hombres.
El juego comenzó su andadura como un mod del afamado Skyrim que le valió a su creador, Nick Pearce, un galardón del Australian Writers’ Guild. Durante más de cuatro años, Pearce y su pequeño equipo han estado desarrollando un título propio, independiente, trabajando sobre la idea y expandiéndola de manera considerable. El juego incluye una fase de acción opcional que no está muy conseguida y que desentona con el ritmo general, pero es tolerable. Las interpretaciones son geniales. Muchos de los personajes lucen acentos diferentes que muestran la diversidad de los habitantes de la ciudad y el diálogo incluso se permite detalles de ironía muy inteligente, como cuando uno se lamenta de que su supervivencia dependa del sentido común de las personas que le rodean y el protagonista le responde que le entiende perfectamente al haber vivido una pandemia.
Reloj cuántico
The Forgotten City guarda sus misterios con celo y ofrece al jugador varias salidas, maneras de completar el juego que, sin embargo, no despejan todos los interrogantes. Tan solo un dominio total de los engranajes de este reloj cuántico despejan el camino para adentrarse en el origen de la propia ciudad y confrontar al responsable último de la regla dorada. Este final verdadero, donde el juego pone a prueba la reflexión del jugador sobre los temas que trata, es tan apabullante como satisfactorio y certifica la genialidad de toda la empresa.
El juego guarda sus misterios con celo y ofrece al jugador varias salidas que no despejan todos los interrogantes
La obra de Modern Storyteller nos hace preguntas incómodas. Examina las culturas de la Antigüedad para ponernos frente al espejo y cuestionar los designios que han construido el acervo cultural de Occidente, del derecho romano al cursus honorum que regula nuestros ciclos políticos, del papel de la democracia en tiempos de crisis a las turbulencias del mestizaje provocado por el multiculturalismo.
Es un juego pausado, que respeta la inteligencia del jugador, con unos diálogos escritos con finura, unos personajes bien perfilados, abundantes sorpresas y giros de guion efectivos. El presupuesto limitado se percibe en unas animaciones por lo general toscas, pero una sobria dirección artística y un uso inteligente de la luz completan un apartado visual resultón. Sin lugar a dudas, uno de los mejores juegos del año. Imprescindible.