Hace cinco años, Guerrilla Games, el talentoso estudio holandés que se había hecho un nombre con la saga Killzone, sorprendió con el lanzamiento de Horizon Zero Dawn, un mundo donde los seres humanos habían retrocedido al estadio neolítico. Aloy, la protagonista, se cría entre los Nora cargando con el tabú de no tener madre en una sociedad profundamente matriarcal.

El rechazo de la mayor parte de la tribu alienta su curiosidad y las ganas de demostrar su valía, por lo que cuando su hogar es atacado, no duda en abandonar los dominios de los Nora para descubrir la verdad sobre Zero Dawn, la razón por la que la civilización de los antiguos colapsó y la naturaleza reclamó sus ciudades de hierro y hormigón. In-mediatamente, Aloy se asentó como uno de los personajes más interesantes y más queridos por la comunidad de PlayStation, impulsando las ventas a superar los diez millones de copias con una rapidez inusitada para una nueva franquicia. En todo este tiempo, Guerrilla Games ha estado trabajando en la secuela, expandiendo el mundo hacia el Oeste, de las Rocosas hasta la legendaria San Francisco.

En Horizon Forbidden West, el mundo es más agreste, más peligroso, más salvaje. Los diferentes clanes de los Tenakht controlan el territorio con mano de hierro. Imprimen sobre su piel las hazañas en el campo de batalla y honran la memoria de soldados del mundo antiguo. Sin embargo, la paz instaurada por su líder, Hekarro, se ve amenazada por la rebelión de Regalla, una de sus lugartenientes. Gracias a una alianza misteriosa, Regalla adquiere el poder de dominar a las máquinas. Aloy se enfrenta a una amenaza contra la propia supervivencia de la biosfera. La cuestión ecológica está en el mismo hilo conductor del relato. Por alguna razón ignota, el equilibrio medioambiental está colapsando.

A diferencia del mundo real, en Horizon Forbidden West todo está regulado por la tecnología. Las propias bestias mecánicas que amenazan el mundo están diseñadas para cuidar de la tierra y reparar el daño. Pero cuando fuerzas foráneas empiezan a inmiscuirse en su diseño, el propio ciclo de la vida se ve amenazado. En esta secuela, Aloy tiene a su disposición un enorme plantel de herramientas que permiten la exploración de este mundo de una manera mucho más natural.

Panorámicas majestuosas

Una de las principales novedades es la posibilidad de escalar por muchas de las paredes y promontorios que pueblan la orografía del mapa. El uso de un gancho con un resorte le sirve para saltar y cubrir grandes distancias. Y una vez arriba, en vez de preocuparse por caídas o tropiezos al descender, lo puede hacer con la ayuda de un parapente muy versátil que le permite planear a través de los cielos mientras contempla panorámicas de una belleza majestuosa. Por último, no solo el mundo terrestre está a su disposición, sino que gracias a un respirador subacuático, puede sumergirse en las profundidades del lecho marino o de los ríos para admirar su fauna y vegetación.

Michelle Jenner interpreta a Aloy por segunda vez

Sin duda, Aloy es uno de los pilares fundamentales de Horizon Forbidden West. A su atletismo y habilidad con el arco hay que sumarle la que quizá sea su facultad definitoria: su prodigiosa inteligencia y su tenacidad para resolver problemas por mucho que los obstáculos parezcan insalvables. Para dar voz, y vida, a este personaje tan complejo y a la vez tan valeroso era necesario buscar la colaboración de una actriz de talento contrastado y amplia experiencia en el mundo de doblaje. Por fortuna, Michelle Jenner, muy conocida por sus papeles tanto en cine como en televisión, ha deseado repetir en Horizon Forbidden West despuésde hacer un trabajo encomiable en la primera entrega de 2017, Horizon Zero Dawn. Sin embargo, las dimensiones de este segundo título son muchísimo mayores que en el primero, pero no ha sido un problema para una actriz tan versada en estas lides como Jenner, que se ha echado a la espalda el trabajo cuidando en todo momento la caracterización sutil de un personaje que pasa por todo tipo de tribulaciones, pero también por toda suerte de momentos de agradable relación con los amigos que va haciendo por el camino.